REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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Lagrimas de Cristo Convertidas en Santa Colera

“Y les dijo: Está escrito. “Mi casa será una casa de oración” y vosotros la habéis hecho una cueva de ladrones” (Lc 19, 4)
domingo, 2 de agosto de 2020
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¿Cuándo crees que será en ti la hora de Dios? ¿Qué te respondes? Se hace un nudo en la garganta y en la memoria un vacío que no acierta palabra que articule respuesta.

La hora de Dios creador de todo lo que existe no tiene hora, es Él en cada alma y momento su obrar, dispone los momentos de todo lo creado, ve lo que no vemos y obra su infinita sabiduría a lo que desea, por lo que de nuestra parte pedimos al rezar el Padre Nuestro; “Hágase Señor tu voluntad” significa aprovechar cada latido del corazón en bien de la llegada de esa hora que se haga en nosotros su santísima voluntad.

Para bien del cristiano católico, en la misericordia de Dios está la compasión del Padre amoroso, está la comprensión para entender las angustias, y está su ternura íntima y afectuosa por las almas, su bondad inclinada en hacer y dar el bien fortalece en el alma la esperanza de hacer propios los bienes prometidos, confianza que conforta y evita hundirse en la vorágine del mundo, ello será posible conservando la fe en Cristo Nuestro Señor discernir con voluntad entre el bien y el mal, siendo del primero determinarse así mismo ir por la salvación del alma, es cuando se logrará poder escuchar para aplicar en la vida terrena su divina palabra de donde se reciban los bienes prometidos por Dios.

Comprendamos, su Santísimo Hijo habló a sus Padres y discípulos escucharon y creyeron en Él, el pueblo de Israel y el mundo a través del tiempo también lo escuchó como si no lo escuchara, negándose a verlo por sí mismo se cegó, por ello son pocos o casi nadie quienes a pesar de esa dureza de corazón se han arrepentido, pero el Señor jamás cesa de hablar al corazón, a pesar de que no se quiera escuchar se escucha, aunque porque no quieren hacerlo prefiriendo seguir alejados de su Creador y no existe disposición a reconocerlo la obsesión continúa rechazándolo, si en el tiempo del Señor el pueblo escogido escuchó al Señor fue sin guardar su palabra en el corazón, hoy es igual, la inmensa mayoría no valora que el verdadero sentido de salvación está en escuchar y practicar su palabra, doctrina y cumplir el mandamiento “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu” y “Amarás a tu prójimo cómo a ti mismo” ello infundirá en el alma y corazón armonía, paz y tranquilidad, reconocer que su mandamiento fue para el pueblo que Cristo Nuestro Señor vino a salvar del pecado, si este lo hubiera cumplido, las cosas hoy habrían sido diferentes en el mundo, pero siguió el camino contrario y la consecuencia de rechazar al Hijo de Dios produjo en Israel lamentable dolor y amargura por su propia negligencia, hoy vivimos una cultura en decadencia.

Dios Nuestro Señor revela a los siglos por el Evangelista San Juan el eminente y excelso de los misterios, inaccesible a la inteligencia humana, pero que el entendimiento da la razón a que debe ser objeto de fe y creer; “El vino a lo suyo, y los suyos no lo recibieron” ¿Y qué es lo suyo? San Mateo revela solemnemente; “Porque el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido” ¿Y qué es lo que está perdido? La salvación del alma.

San Pablo exhorta discernir la trascendente venida del Hijo de Dios al mundo, valoremos lo que fue desprenderse Nuestro Padre Dios de su Hijo y enviarlo a cumplir en el mundo la misión salvadora, ello implica al cristiano católico reflexionar el adoctrinamiento impartido por el Apóstol; “Fiel es esta palabra y digna de ser recibida de todos; que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores de los cuales el primero soy yo”.

Con ello entendemos aunque moleste reconocer que todos en este mundo somos unos miserables pecadores porque pecamos contra Dios Nuestro Padre, lo que ya sería justo reconocerse pecador, eso será un logro surgido del bendito arrepentimiento, pero triste es aceptar que en muchos la soberbia maligna persiste encender y excitar a la rebeldía quedando el pecador atascado en el lodo de sus pecados, sin percibir que sus actos agravan su alma y son causa que las lágrimas de Cristo Nuestro Señor se conviertan en santa colera por no escuchar en tiempo de vida lo que San Lucas refiere de la presencia del Hijo Amado del Padre; “Vino el Hijo del hombre a buscar y a salvar lo perdido” El pueblo de Israel escuchó con toda claridad su palabra, pero su soberbia maligna hizo que nada de ello escuchara y no escuchó, por el contrario fue contra Él creyeron que con burlas hirientes y su escarnio ofensivo y humillante iba herir y ofender al Jesucristo Nuestro Señor.


En una ocasión estando reunidos varios médicos considerados en ese hospital eminencias de la medicina, uno de ellos muy ufano y con voz fuerte escuchamos los que estábamos en la cafetería: “Hasta Dios tuvo miedo que lloró” la razón de su expresión no la dio, pero al acercarme a él le pregunté si sabía la razón de esas lágrimas y trastabilló, no supo que contestar y dijo a sus compañeros con su permiso y se retiró, ninguno de los notables médicos hizo comentario.

Dios Nuestro Padre se acongoja doloroso por los pecados que cometemos, por ello nos atiborra por decir una palabra de bienes que por la fe podríamos convertir en baluartes de salvación pero los utilizamos para lo contrario; su dolor es una pequeña semejanza a cuando lloran los esposos engañados, los padres engañados por los hijos, los novios engañados, se duelen, desaniman, se entristecen porque creyeron en la fidelidad conyugal, en la obediencia de los hijos y en la lealtad del “amor” son tantas las causas que nos han defraudado por las que hemos derramado lágrimas.

Dios Nuestro Señor en la gloria eterna se preocupa sobre manera por las osadías pecadoras de los hijos creados a su imagen y semejanza, existe en Él razón para derramar sus divinas lágrimas que en todo caso son de pesar, porque esas almas que reciben tantos bienes, gracias y dones no atienden a su llamado, se condenan así mismas por pecados, les ve en todo momento ciegos caminar a su condenación eterna en el infierno castigo a sus pecados, es como ver un niño atravesar una avenida sin ver los autos, la angustia de los padres y quienes lo ven de poder ayudar a salvarlo no pueden hacerlo y será atropellado y morir, así y más es la amargura de Dios Padre que podía abandonar al pecador y decirle; “Sino quieres salvarte es tu culpa” Y no habría pesar, pues el pecador eso quiere, pero su amor paternal insiste y persiste porque en Dios Nuestro Señor no existe esa molestia humana de abandonar al que rechaza toda ayuda, Él no abandona al hijo por él creado.

Las lágrimas que Cristo Nuestro derramo nunca fueron de miedo como dijo ese médico, es irrisorio e ilógico afirmar que Dios Nuestro Creador tenga miedo, los que debemos tener miedo en todo caso somos nosotros pecadores persistentes de morir en condición de pecado, ello significa condenación eterna, las lágrimas de Nuestro Señor fueron al ver la muerte en su amigo Lázaro, y lo que sobrevenda a Jerusalén su ciudad amada por negar reconocer la divinidad del Hijo de Dios.
Jesucristo Nuestro Señor, ocho días antes de su muerte de Cruz fue aclamado el Mesías Rey de Jerusalén; “¡Bendito el que viene, el Rey en nombre del Señor” Sus obstinados enemigos ante estás exclamaciones espontáneas del pueblo de Israel tuvieron miedo de que al verles reconocieran a los que han instigado a su Maestro y temen reaccionen en su contra, obstinados se acercan al Señor; “Reprende a tus discípulos” “Más Él respondió: Os digo, sí estas gentes se callan, las piedras se pondrán a gritar” Las muchedumbres glorifican al Hijo de Dios, su infinita omnipotencia movió las almas a ello.

Es la época en que los caminos de Israel a la ciudad Santa tenían bastante movimiento de gente que va a celebrar la Pascua judía. El Señor se prepara a celebrar su propia Pascua donde Él es el cordero Pascual.

Camina a Jerusalén con sus discípulos, es posible que al término de una vuelta que rodea un monte aparece a la vista del Señor la majestuosidad y esplendor de la gran ciudad de Jerusalén a la que Jesucristo Nuestro Señor ama y se detiene para admirarla, no es de dudar que en un instante siendo Dios ve el rostro de cada habitante, cada barrio, el Templo, todo lo ve en su detalle pasado, presente y futuro.

El Evangelista narra; “Y cuando estuvo cerca, viendo la ciudad, lloró sobre ella” La razón de sus lagrimas es causa de un vivo dolor al corazón de Cristo Nuestro Señor, ve en visión la perfidia de los poderosos escribas, fariseos y sacerdotes del sanedrín acarrearan mortales y sangrientas consecuencias venidas del exterior, y al interior de la ciudad perversas acciones bestiales y sanguinarias entre los israelitas, ve la profanación de lo sagrado, ve un caos infernal de muerte y desolación, ve actos de matar por todos lados, ve la extinción inmisericorde de la vida, ve la muerte enseñoreada en todo rincón de la ciudad, Jesús derrama lágrimas sobre ella porque Dios le entrego abundancia de dones y promesas fue la preferencia de Jesucristo Nuestro Señor para librarla de lo que fue su ruina, pero negó la salvación que por Él debía venirle y la ciudad de Jerusalén prefirió seguir en la perfidia e infidelidad.

Bueno es meditar la razón de sus divinas lágrimas, el amor de Dios por una Ciudad sede de tantos favores de su gracia negados, no una vez sino a tantos profetas martirizaron y profecías desechadas, bienes espirituales y materiales negados, la presencia del Hijo amado fue la mayor oportunidad para su conversión, porque en Dios el bien y su justicia motivo las lágrimas de Jesucristo Nuestro Señor; “y dijo: ¡Ah si este día conocieras también tú lo que sería para la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos “Resume la razón de lo anterior San Gregorio; “Lloró Jesús la ruina de la pérfida ciudad, porque la misma ciudad no quiso conocer su futura ruina” Jesucristo Nuestro Señor quiere la salvación de todos: llora; “Porque muchos son llamados, más pocos escogidos”.
Los discípulos impresionados no sabían de que habla ni que decir, verían la ciudad de Jerusalén y les es imposible será destruida, no lo comprendían pero en su interior saben que su Maestro siempre dice la verdad, asombrados escuchan la descripción ordenada y en detalle de cómo se desarrollará la destrucción de Jerusalén y así como dijo el Señor así sucedió; “Porque vendrán días sobre ti, y tus enemigos te circunvalarán con un vallado, y te cercaran en derredor y te estrecharán de todas partes, derribarán por tierra a ti, y a tus hijos dentro de ti, y no dejaran en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo en que has sido visitada” La hora de Dios obró justicia por haberse negado a la visita del Hijo, Él Amado que vino a dar la salvación.

Esto y mucho más sucedió no como consecuencia de una rebelión contra Roma, sino que el poder Imperial fue instrumento de Dios para hacer justicia a los injustos, y ¿Por qué injustos? Porque esos injustos sirviendo al demonio llevaron a muerte de Cruz al Hijo de Dios vivo, esos injustos fueron llamados y todo lo que de Él recibieron lo rechazaron con ironía, burla y escarnio cometiendo un acto sacrílego contra Dios Nuestro Señor.


Ahora pasemos este hecho del Santo Evangelio a nosotros, veámonos en él amor de Dios y su justicia, cada persona es como si fuera la ciudad Santa de Jerusalén, el llamado de Dios obra en el pecador cada momento de una y mil formas, atreviéndonos afirmar el derroche de bienes, gracias y dones aumentados por los bienes espirituales, el valor sublime que se vive al asistir a la Santa Misa, la frecuencia de Sacramentos, como de tantas ayudas recibidas, ¿Las aprovechamos? ¿las practicamos? ¿Nos adiestramos en hacer de ellas un hábito de vida? ¿Creemos que el pecado atrae los castigos? La vida del dejar hacer y dejar pasar no tiene provecho, practica el hecho de una tentación carnal que ofende a Dios y todos los órdenes de vida, no se cambia la mala vida por un orden espiritual, moral y familiar porque cansa y enfada seguir normas de vida, por lo tanto “hago lo que hago y nada pasa”.

Es cierto, pero llegará el momento en que en este mundo tenga fin, ¿qué pasará? El fruto de la vida, si es bueno lleva a la gloria, lo contrario a la oscuridad eterna, no se valora que nada detendrá la justicia divina, que habiéndose podido detener no se detuvo, de ahí los instrumentos de su justicia serán los ángeles malos secuaces de satanás, la destrucción de Jerusalén cumplió lo dispuesto por Dios; “No quedará piedra sobre piedra”, en el caso del condenado la sentencia será en el tiempo sin tiempo de la eternidad, Dios al terminar la vida del pecador lo abandona en manos de sus enemigos.
Reza el salmo; “Los preceptos del Señor son rectos y alegran el corazón”.

El mandamiento de Jesucristo Nuestro Señor pide imitarle en la perfección y la rectitud con que obra en los suyos y en lo suyo, pide sea alegría y confort del alma.

Un hijo grita y amenaza a sus padres, en este no hay escrúpulos; otro hijo lleva a su casa a la mujer con que tiene relaciones fuera de matrimonio; el hijo primero a escondidas y después sin tener temor se droga delante de sus padres; otro roba bienes de la casa que vende, esto sucede en nuestro siglo es cosa común y corriente, la realidad que se vive no solo es falta de respeto a sus padres, es agravio a su autoridad, una irresponsabilidad, un descaro y rebeldía que origina reclamo de ellos, pero el cinismo responde con desfachatez y desvergüenza ofendiendo de palabra y obra rompe el orden y armonía familiar, teniendo que utilizar medios para que la autoridad del hogar ponga orden pese a quien le pese, desgraciadamente la irresponsabilidad frena el impulso del orden y las cosas se van de lo peor a lo más mal del desorden donde debe ser orden por quien es responsable.
En los Santos Evangelios, Dios Nuestro Señor da a conocer quién es el que va a poner orden en el Templo, mandato que delega a cumplir por todo hijo de Dios: su casa como Él ha enseñado es “De oración.” Fijemos atención en el hecho; “Entró en el Templo y se puso echar a los vendedores, y les dijo: Está escrito.

“Mi casa será una casa de oración” y vosotros la habéis hecho una cueva de ladrones. Y día tras día enseñaba en el Templo.

Mas los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando perderle, y también los jefes del pueblo; pero no acertaban lo que habían de hacer, porque el pueblo entero estaba en suspenso, escuchándolo” Los expulso, bien hecho y buen ejemplo, porque al Templo se va hacer oración, a rendir a Dios los homenajes de nuestro reconocimiento, nuestra gratitud y amor, vamos a pedir perdón de tantas y tantas ofensas a su divina Realeza, vamos a Él suplicando seamos buenos cristianos católicos y seremos salvos, a que escuche el corazón agobiado por las penas y dolores causados por nuestras negligencias buscando en Cristo Nuestro Señor paz y tranquilidad, hallar la inspiración a vencer las tentaciones hostiles.

Implica tener presente en el interior que las lagrimas de Cristo Nuestro Señor se convierten en santa cólera en razón de nuestras faltas a lo más sagrado de su casa de oración: La Eucaristía.
hefelira@yahoo.com

 

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