REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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La abundancia de bienes son los atributos de Cristo

“Porque el que se levanta, será bajado: y el que se abaja, será levantado” (Lc. 14, 11)
domingo, 20 de septiembre de 2020
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San Pablo evangeliza a los siglos e ilustra la perdurable presencia de Dios Nuestro Señor en todo lo creado. Exhortando a reconocer de Él su siempre eternidad; “Por esto doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, del cual deriva toda paternidad en los cielos y en la tierra” Efectivamente, reconocer y aceptar de corazón que los Atributos de Dios son abundancia infinita en extensión, de donde comprendemos no pueden medirse, por lo que es deducir que la naturaleza divina no tuvo ni tiene principio ni tendrá fin, por eso es y será eternamente en Él cada una de las perfecciones propias de su esencia divina, expone Nuestra Santa Madre Iglesia lo que hoy sabemos y conocemos de la naturaleza y atributos de Dios por revelación y por la luz natural de la razón; el Concilio IV de Letrán (1215) confiesa la fe en “Un solo Dios verdadero, inmenso, eterno, inmutable, incomprensible, omnipotente, inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres personas pero una sola esencia, sustancia o naturaleza absolutamente simple” Pasan los siglos y el Concilio Vaticano I (1869-1870) confirma esta doctrina; “Afirma que existe un solo Dios vivo y verdadero: “de inteligencia, voluntad y perfección infinitas” Creador y Señor de cielos y tierra, “distinto por esencia y naturaleza del mundo, en sí y por sí infinitamente feliz, e inefablemente superior a todas las cosas distintas de Él, que son o pueden imaginarse” Libremente creo el universo, no tiene necesidad alguna, es el principio y fin de todas las cosas, la fe del cristiano católico es creer de corazón los atributos de Dios Padre creador de todo lo que existe.

Por la fe, el cristiano católico comprende y entiende, discierne y concibe, cree, acepta y sostiene encontrar en su Señor la bondad, benignidad, misericordia, sabiduría, veracidad, justicia y belleza, reconoce que su magnitud supera en abundancia de bienes, por eso da el querer y el obrar como la felicidad, todo ello y mucho más lleva las almas a creer en Él como único Padre amoroso.

Además su inteligencia es increada, la nuestra es pequeña, dada por Él y por lo tanto creada por Él, todo lo anterior es por decir la corteza de un árbol gigantesco y frondoso ya que sus atributos son infinitos de los cuales no conocemos pero están en Él para aplicarlos en bien de nuestra salvación, así como existen en Él, obvio que Jesucristo Nuestro Señor, segunda persona de la Santísima Trinidad es también en Él y lo da a conocer cuando a pregunta de Felipe; “Señor, muéstranos al Padre, y esto nos basta.

Respondió Jesús; Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, ¿y tú no me has conocido, Felipe? El que me ha visto, ha visto a mi Padre.

¿Cómo puedes decir: muéstranos al Padre?” Por ello, al adentrarse en los atributos de Cristo Nuestro Señor por la fe, creemos son los mismos de Dios en su Hijo amado, será en el cristiano católico fortificarse su alma y comprender nuestro límite de inteligencia y por más que se profundice no se pasará más allá de lo que a la mente le ha sido concedido por Dios, así, la que se posee, sea muy inteligente, inteligente, poco o nada inteligente, cada persona es poseedora del grado de inteligencia necesaria que Dios Nuestro Padre considero para que alcance por sí misma la salvación del alma en su paso por el mundo, razón que debe ser preocupación diaria y en cada momento, porque en cada instante se presenta el tropiezo donde se puede perder lo obtenido, “perseverar en Él” es la divisa.

Cada persona habrá de convencerse que la inteligencia se asemeja al denario de la parábola, Dios entrega a cada alma desde su venida al mundo el denario de las cualidades, su valor está en aplicar aptitudes e inteligencia, por ella los valores del alma habrán de trabajarse no sólo de palabra, sino de obra como es debido y se dará el fruto del ciento por uno, así, según el grado de inteligencia que se posee será la justicia del Señor.
No se necesita mencionar cuales son los atributos de Cristo Nuestro Señor al obrar prodigioso milagro en el hidrópico, ahondando en él veremos que es una combinación de ellos, por eso al profundizar en el pasaje es hacerlo sin curiosidad, no buscando un punto de contradicción que jamás lo habrá, pues es Dios quien obra y todo lo que el realiza es perfecto.

Al conocer como sana al hidrópico entendamos, el Señor nos da la Catedra para que le imitemos siendo misericordiosos con el prójimo, no se quiera buscar la sospecha como lo hicieron los fariseos, escribas y sacerdotes del Templo: ¿será verdad? No leer como si fuera un hecho ilusorio, ni hacerlo para después hacer escandalo ¿Tú crees? ir más allá de la comprensión de lo que leemos y obtener el provecho que por la fe mostrará: el Señor obro como Dios y solo Él sabe cómo es su obrar, así que veamos el cuadro que nos da el Evangelista e imaginándonos que estamos en ese lugar, ubiquemos nuestra alma para aprender de la enseñanza que nos da en este portentoso milagro.

Explica la medicina de la hidropesía, ser la acumulación anormal de líquidos en el vientre, brazos y cuello, obvio que esa inflamación causa un agudo dolor sensación que se puede decir o explicar, sólo la vive el enfermo en una incomodidad donde todo movimiento es un sufrimiento que lo agota y angustia, tiene una intensa sed sin poder saciarla, su cuerpo hinchado origina molestias que no se detienen.

San Agustín, Doctor de la gracia advierte lo que Jesucristo Nuestro Señor enseño a los escribas, fariseos y sacerdotes del Templo que lo invitaron, a la vez enseña a la posteridad de los siglos que en la curación del hidrópico está figurada la avaricia; “Nada-dice-trajimos a este mundo y nada podemos llevarnos de él; teniendo alimento y vestido, estemos contentos.

Pues los que quieren hacerse ricos, caen en la tentación y en el lazo, en muchos y nocivos deseos que sumergen a los hombres en la perdición y la muerte.

La raíz de todos los males es la avaricia, siguiendo la cual algunos cayeron en el error y fueron a dar en muchos dolores” Jesucristo Nuestro Señor sana a un hidrópico, teniendo una idea de la enfermedad profundicemos, una cosa es la enfermedad del cuerpo y otra la del alma, este es el punto donde el Señor mostrará la razón de su prodigioso milagro.

Expone el Evangelista; “Como Él hubiese ido a casa de un jefe de los fariseos, un día sabático a comer, ellos le acechaban” Bien, aquí el hecho nos descubre a un jefe de los fariseos que como vemos se ha planeado una conspiración a propósito de ser sábado; invitaron al Señor a “Comer pan” como era habitual decir así entre los judíos de Israel la invitación a comer, ¿Podrás decir dónde está la conspiración? El mal siempre lo hace contra la verdad, quien sostiene la verdad u obra por ella sufre y padece la acción del mal y refiriéndose a los pecados capitales que entre ellos se entrelazan, ilustra José Ortega y Gasset refiriéndose a la mentira; “La moneda falsa (mentira) circula sostenida por la moneda sana (verdad)”.
El Señor siendo la verdad eterna va a ellos no con otro interés sino el de ser escuchado y remover sus inquinas, estos en su ostentación de hacer cumplir la ley prohibían toda actividad en día sábado, por ser obligado el descanso, en razón de ello intentaron tender una trampa al Hijo de Dios hecho hombre, inverosímil acción de hacer caer a Dios en el error para acusarle de infringir la Ley, expuso el evangelista: “Le acechaban” Cautelosos observan sus movimientos desde su llegada le dan el lugar de honor para todos poder observar su actividad, lo vigilan y esperan.

La omnipotencia del Señor repasa al instante cada corazón y sabe quiénes son, sus nombres, su intención y lo que le tienen preparado, sigue adelante, continua el Evangelista; “Estaba allí, delante de Él un hombre hidrópico” ¿Quién lo trajo? ¿Cómo llegó ahí o quien le invitó? Lo especial es que estaba precisamente frente Jesucristo Nuestro Señor como ellos lo han planeado, al hidrópico le hicieron saber los fariseos porque lo iban a llevar, es muy posible que para él fue un milagro esperado en su interior, no había en el duda, molestia, disgusto de ser llevado ante Él, lo que había en este hombre es gozo de estar ante Jesús al que en sus pensamientos creyó en él y rogaría con todo las fuerzas de su alma lo sanará, ahora está ante Él.

Nuestro Señor entró en su corazón y se conmovió verlo castigado por esa terrible enfermedad conociendo lo que padeció para llegar a este lugar, lo importante es que vio el Señor su arrepentimiento porque conoce el origen de su mal.

No cruzaron palabra alguna se guardó el hidrópico de ello por temor a los fariseos, la conversación con el Señor fue íntima, acercó su corazón el hidrópico al del Señor y a él dijo lo que tenía que decir, sin que los del sanedrín ahí reunidos escucharan algo, es la fe que descubre Nuestro Señor en él, a la vez es enseñanza para el cristiano católico de todos los siglos, la oración profunda y sincera la fe en Dios la inflama.

¿De qué se arrepiente? Muy posible que la enfermedad de su cuerpo viene del pecado, tomando la enseñanza que instruye a la posteridad de los siglos el Obispo de Hipona; “La terrible enfermedad es la voz que llamará al corazón de Jesús: el hidrópico no se engaña, y es curado” Y que representa la hidropesía, la lujuria que carga nuestro espíritu con la abundancia de humores de la carne” Por otra parte San Gregorio da el punto culminante de la conducta miserable de la humanidad; “Es la avaricia que cuanto más se hincha más sed tiene, cuando se abrevan en la fuente de los dones de Dios” Por ello la recomendación es ponernos siempre humildes ante Jesucristo Nuestro Señor y en silencio reconocer el fondo de nuestra miseria, su corazón amoroso y misericordioso obrará en favor de curar esas miserias que nos agobian.
Ante la mirada amenazadora de los ahí reunidos sus ojos nebulosos nada esconden, escudriñan su vista sobre el Señor deseando hable, toque, se esfuerce y obtener el resultado que buscan de su conspiración, sus pensamientos revolotean en su cabeza, observan meticulosos al que indagan sin perder detalle con mala intención, pobres infelices, el odio adherido en el interior de su alma no les permitió ver en el Señor a Dios que ha enviado a su Hijo amado a salvarlos del pecado, y en vez de deleitar su vista gozando como lo describe el Pbro. Federico Faber; “la hermosura de su rostro, que es siempre la misma como la vista de Dios en el cielo, grata siempre, sin embargo siempre de sorpresa y regocijo” Sus adversarios del ayer, de hoy como del mañana no aceptan ni aceptarán en el corazón su palabra, de ello ilustra la enseñanza de nuestro Salvador; “No todo el que me dice: Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial” Así como fue en los fariseos, lo es hoy en el mundo, infinidad de personas debieran escuchar esta sentencia y dejar de lado las asperezas del alma y hacer como dijo el Señor: “La voluntad de mi Padre celestial” Triste realidad de este siglo, la palabra de Dios ingresa por un oído y sale por el otro agravando el alma, así como sucedió hace más de dos mil años con el pueblo de Israel, es igual ahora, no solo en ellos sino en la inmensa humanidad.
Continúa el Evangelista; “Tomando la palabra, Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: ¿Es lícito curar, en día sabático o no?” Los interrogantes quedaron interrogados, obvio que se quedaron quietos ninguno asentaría ser verdad lo que el Señor preguntó.

La observancia de sus adversarios es atacarle sin poder esconder su intención, era algo que no podían disimular, desconcertados por la pregunta no contestan.

Bien es considerar, ¿Por qué les hizo está pregunta? El Señor no está ahí para rebatir, sino para hacerles ver en ello su ceguedad, bien sabía que no ponían interés en su palabra, ve dentro de ellos el odio que le tienen, acechaban sus acciones para tomar ocasión de condenarle, pretendiendo que no le era lícito a Jesucristo Nuestro Señor aquello que a otro u otros les era permitido, así sucede contra Nuestra Santa Madre Iglesia, un error humano de palabra u obra se lanzan contra ella montones condenado el error, sin verse en el espejo de su vida que viven peor que el error que señalan, pero de eso no quieren hablar.

Ahora bien, el Señor curaba con su sola palabra: lo que menos se oponía a lo que permitían sus preceptos en día de sábado; “Pero ellos guardaron silencio.

Tomándolo, (Jesús al hidrópico) entonces, de la mano lo sanó y lo despidió” Quedaron confusos y desconcertados, no hubo maniobra, no hubo de hincarse el hidrópico, o el Señor mostrara algo, nada de ello hubo, si bien hoy se pide superar los problemas que padece todo pecador; “Con su sola palabra mi alma quedará sana, salva y perdonada”.
Nuestro Señor obra en consecuencia; “Y les dijo: ¿Quién ha de vosotros, que, viendo a su hijo o su buey caído en el pozo, no lo saca pronto de allí aun en día sábado?” Bien sabía el Señor que, ante el peligro inesperado de estar en riesgo la vida, era lícito al judío aplicar las medidas convenientes para conservarla.

La lección de Nuestro Señor está dada, en la gente del sanedrín entendida pero no aceptada, en el pueblo una múltiple diferencia de acuerdo a su forma de ver las cosas y desde luego a su conveniencia.

Viendo el Señor en sus pensamientos una serie de afirmaciones como negaciones y temores que no afloran al exterior, pero si remueve su interior, afirma el Señor e interrumpe lo que está en su mente, demuestra que santifica el sábado con obras de amor, y que los fariseos como la gente del templo violaban con obras de codicia.

¿Qué nos muestra el Señor? La desigualdad en toda su claridad, lo que es conmovedor no para bien sino para interrogarnos a nosotros como justificamos injustificadamente, es cumplir nuestras obligaciones para con Dios no pretextando razones ilógicas y hasta risibles para estar alejado de quien dio todo por la salvación de las almas.

La expresión de Jesucristo Nuestro Señor es una realidad que en Israel todos conocen, pues existían muchos posos y seguido eran estos accidentes, todos salían ayudar para salvar al que caía, y más cuando era un animal para trabajo, lo que en el echo manifiesta; Dios llevo al esplendor y sabiduría al pueblo hebreo y al pueblo gentil, pero ambos ebrios de avaricia, envidia, perversidades, mentiras engaños, codicia y más viven caídos en la profundidad de la maldad, no levantan el corazón al cielo a buscar la luz, de no hacerse, nada se verá porque la oscuridad de la profundidad no lo permite.
“Y no fueron capaces de responder a eso” El Señor confundió en varias ocasiones la malicia de los escribas y fariseos, esta ocasión fue una de ellas, en todas siempre fue enseñando como en este hecho donde no se opone a la observancia de los sábados o las fiestas o los ejercicios de caridad que se practican con el prójimo.

Regla de vida del cristiano católico es hacer el bien, sin preocuparse de las murmuraciones. Si esos escribas, fariseos y sacerdotes hubieran tenido una pequeñez de humildad habrían confesado al Señor su error, pues el milagro que tienen a su vista les dio a conocer su divinidad y pudiendo adorar a Dios y sus obras, se quedaron callados, molestos e iracundos, pues una vez más del Señor la verdad es triunfante. Apreciando que el hecho del Evangelio manifiesta la abundancia de bienes son los atributos de Cristo Nuestro Señor.
hefelira@yahoo.com

 

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