REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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El acto sublime de la Fe es creer en Cristo

“Jesús le dijo: Ve tu hijo vive. Creyó este hombre a la palabra que le dijo Jesús y se puso en marcha” (Jn 4, 50)
domingo, 18 de octubre de 2020
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¿Dónde está la fuerza sobrenatural para transformar el alma? San Pablo lo da conocer; “La fe viene, pues, del oír por la palabra de Cristo” De donde surge la pregunta; ¿Quién pudiera negarse de no haber tenido oportunidad en ahondar la realidad que vive su alma en su relación con Dios Nuestro Señor? Unos pocos afirmaran que sí lo hacen, pero la inmensa mayoría molestos dirán, ¿Por qué han dejado de hacerlo o más bien no quieren hacerlo? En esa inmensa generalidad sí atraviesa por su mente la palabra de Cristo Nuestro Señor, pero con disimulo haciéndose de lado cree que escondiéndose en las cosas del mundo evitará meterse en lo que considera no encontrarle sentido, por lo que esquiva y justifica para evitarle, sabiendo que su realidad es injustificable teme verla, teme comprender su propósito de enmienda porque en él nada hay fe.

Todo ser humano posee por obra de Dios Nuestro Creador a nuestro favor la conciencia, esto es, el conocimiento que tiene de la propia existencia, por ella conoce y define el bien del mal estando enterado del estado de sus actos y lo que hace, detalla la responsabilidad de todo acto que realiza y se guarda en sí mismo como llevar su existencia con el mundo; la conciencia enjuiciará las acciones de acuerdo a la moral y buenas costumbres de los hechos particularmente personales.

Tenemos conocimiento, nada de lo que hagamos puede eludirse, porque la conciencia no atenta al bien del alma sin que reclama e incita a mantener y conservarse en la verdad, pero cuando la rebeldía es no escucharla, la persona cierra sus sentidos para dar paso a los impulsos de la pasión, es cuando inician los problemas, la acción de la conciencia no tiene tiempo de descanso ante las actitudes del mal que se obra, persiste y atrae recuerdos pasados; ¿por qué hice esto?, ¿por qué deje aumentar el problema?, ¿por qué me metí en esto?
Al aparecer la agravación de la problemática esta recrudece en extremo atribula la persona que comprende lo difícil e imposible que es resolver lo hecho, viene el recuerdo de cuando inició a su memoria la ocasión que pudo haberlo resuelto y no lo hizo, por eso hoy vive una situación desesperada y agobiante que trasciende a todo lo que le rodea, no hay a la vista solución a lo que hizo y no debió hacer, en su momento vino a él la alerta que espoleó agudamente al corazón para frenarse que se pregunta; ¿Dónde está el motivo de mi desgracia? Está en el alejamiento que por sí mismo ha hecho de la misericordia del Señor se ha impedido adherirse al acto sublime de la fe que es creer en Cristo Nuestro Señor: ¿Por qué he dejado que esto sea así? La persona envuelta en la problemática de las cosas del mundo vive abstraída dejándose llevar a primera la línea del querer, obtener y disfrutar, en el dejar hacer y dejar pasar de tal forma que su confort es disfrutar la vida temporal, es satisfacerse con las cosas del mundo a quedar bien en él, hacerse de la vista gorda para no ver el mal que hace a su persona tolerando la perversión, inmoralidad y maldad con las que transige buscando componer las cosas malas en buenas sabiendo que están mal y son malas ya que lo importante es obtener lo que la escondida intención le dará, está es nuestra realidad con el mundo, ¿Y con Dios Nuestro Creador que para bien del alma entrego hasta la última gota de su preciosísima sangre pagando con ella nuestros pecados? ¡La realidad es que se teme pensar en ello! Para no buscar palabras dejamos al Obispo de Hipona ilustrar a los siglos y al mundo de hoy que nos rodea la esperanza caritativa que motiva a despertar a la realidad; “Quien no se aplica a oír en su interior la palabra de Dios se halla vacío” Enterados de nuestra situación con Dios Nuestro Señor queda a cada uno responder como es el vació de su alma.

San Pablo a través de su evangelización a los hebreos enseña al cristiano católico conocerse a sí mismo y arraigar el confort de su alma en Cristo Nuestro Señor; “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que cualquier espada de doble filo, y penetra hasta dividir alma de espíritu, coyunturas de tuétanos, discierne entre los efectos del corazón y los pensamientos”.

Porque la palabra del Señor es toda fuerza y toda sabiduría divina que en ella se encuentra; ¿Y cómo se va encontrar el bien del alma? Por el acto sublime de la fe que es creer en Cristo Nuestro Señor.
La Palabra de Dios por San Juan revela la perfección del majestuoso misterio divino; “En el principio el Verbo era, y el Verbo era junto a Dios, y el Verbo era Dios” San Agustín refiriendo al misterio más alto de lo sobrenatural ilustra nuestro entendimiento; “Pero el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Bajo a ti permaneciendo en sí; bajó a ti a fin de hacerse para ti valle de lágrimas; permaneció en sí para ti monte de subida”.

¿Qué nos enseña el Obispo de Hipona? El Hijo de Dios se hizo carne, Jesucristo Nuestro Señor fue enviado por Dios su Padre al mundo para redimirlo.

Este punto que entre muchas generaciones fue motivo de gozo y temor perder la permanencia en el Señor, hoy no cala ese temor en la gente del mundo que vive y cree lo que ve, porque lo que no ve no lo cree, sabiendo que debe creer en la existencia de Dios al que no ve; acercándonos al deseo del Obispo de Hipona comprendemos de su orientación que así como en ti, Él está para atraer toda alma a su salvación, la incredulidad no permite entender que Cristo Nuestro Señor vive en mí, está en mi a mi lado velando porque obre bien y evite el mal; bajo de su gloria eterna a vestirse de nuestras miserias y debilidades para redimir del pecado a cada persona y en cada alma sembrar su palabra al interior del corazón.
Lo anterior tiene una razón estimado Lector (a) demostrar que todo ser humano en especial el cristiano católico es perseverar en el acto sublime de la fe: creer en la divinidad de Cristo Nuestro Señor, conservando la fe por la frecuencia de sacramentos, la oración, recibir la Sagrada Eucaristía y los medios que Nuestra Santa Madre Iglesia enseña para salvación del alma, punto fundamental creer y aceptar de corazón que en el Señor y solo en Él está la salvación, porque Él es la salvación.

El pasaje del Evangelio conocido como la Curación del hijo del Cortesano demostrará que la salvación del alma es tener fe y confianza en Él, aprender que la fe no es un acto pasajero que si hoy necesito tenerla pasada la necesidad olvidarme de ella, es engañarse así mismo, la fe es poner en el centro de los actos de la vida diaria lo enunciado en la oración del Credo: “Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todas cosas visibles e invisibles y un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios” Conservándose fiel a Él, esforzarse en no perderla sino acrecentar el amor a Dios e impida todo mal desvirtué la obra que cada quien va forjando para salvación de su alma.
Conoce Nuestro Señor que al llegar a Galilea correrá la novedad de su presencia por esta región, su omnipotencia tiene preparado un milagro que atraerá la atención de la gente por la persona que intervendrá, y confirmara de Nuestro Señor la autoridad del que predica, por lo que es comprender, los milagros no son necesarios ni suficientes para concebir por ellos la fe.

Reza el Evangelista; “Fue, pues, otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm”.

La ciudad de Caná donde por intersección de María, su Madre de Jesús intervino ante la angustia de los esposos por estar a punto terminarse el vino en las Bodas de Caná.

Un cortesano que ejerce un alto cargo en la corte de Herodes Antipas quien, nombrado por Roma con el título de Tetrarca, el pueblo conociendo que es propenso a la adulación lo llamaban rey, ostentando creerse ser lo que no es.

Volviendo al cortesano, por lo que se nos da a conocer, esté hombre en su intimidad acepta y reconoce de Jesús por sus palabras, obras y milagros, al recibir la novedad que Jesús se encuentra en la ciudad de Caná, sale de casa a encontrarse con Él, recorre una buena distancia de jornada pesada por ser camino siempre en ascenso.

Eso no fue dificultad, pues su interior está animado ir a ver y exponer su pena en quien cree y reconoce su divinidad: Jesucristo Nuestro Señor.

El cortesano escucharía en la corte muchas intrigas pero cosas buenas, se quedó con estas, por su cuenta ha ahondado desde tiempo su doctrina y cree en Él, pero la distancia y el trabajo de cortesano le impedía ausentarse días para ir a escucharlo, en silencio guarda su fe, por eso cuando su hijo estaba en estado grave de una enfermedad grave e iba a morir, el amor del padre angustiado lo impulso y decide ir en busca del Señor; “ Cuando él oyó que Jesús había vuelto de Judea a Galilea, se fue a encontrarlo, y le rogó que bajase para sanar a su hijo, porque estaba para morir”.

Aquí la enseñanza del Señor sea aprendizaje; “y le rogó que bajase para sanar a su hijo”.
¿Qué nos indica? La fe del cortesano todavía es incipiente, no necesitaba el Señor ir hasta su casa, comparando la fe del Centurión que pide el alivio para su siervo, dijo el Señor: “Yo iré y lo sanaré” Responde el Centurión; “Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo, mas solamente dilo con una palabra y quedará sano mi criado”.

Su fe es firme la del plenamente convencido que suplica a Dios el favor que sólo Él puede obrar, su fe reconoce en Él que sólo le basta su palabra, de donde es importante deducir en nosotros que la fe es del pensamiento y de la voluntad, estos no se rinden sin una correspondencia a la gracia de Dios; el cortesano se detiene y pide vaya a su casa.

¿Y bien cómo es nuestra fe? Como la del Centurión o el cortesano, no respondas Lector (a) aviva mejor a reflexionar el estado que guarda tu fe.

El Señor increpa al cortesano no menospreciando su fe, sino forzándolo a acrecentarla por ello; “Jesús le dijo: ¡Sí no veis signos y prodigios, no creeréis!”
¿Cómo se sentiría el cortesano escuchar al Señor? Entendió de ellas que su fe no era suficiente.

Le pedía más por lo que va obrar en su favor; “Respondióle el cortesano: Señor, baja antes que muera mí hijo” Estas palabras mostraron a Jesucristo Nuestro Señor que su fe en Él está a la altura que debe estar, ¿Cómo se entera el Señor haber aumentado su fe? Bueno es meditar, Dios Nuestro Señor ve todos los corazones, y viendo a profundidad al cortesano observó que su fe es buena, por lo que comprendemos que nuestra fe tiene un nivel, el que cada quien por su convencimiento obra, unas veces es bien pero otra es con puntos débiles, no hay necesidad que el Señor nos diga esfuérzate lo sentimos al interior del corazón y repasamos; “No me decidí, titubee, recibo lo que merezco, flaquee en el momento, pude hacerlo mejor” En fin se valora por sí mismo la necesidad de mas entrega, mas disposición, más caridad, para superar las adversidades.
Dentro de nosotros quien nos hace repasar las cosas, es la conciencia que muchas ocasiones no escuchamos y ponemos en duda su exigencia.

Pensemos cuantos admiran de Jesucristo Nuestro Señor su doctrina, y sus obras, su religión, las maravillas de la naturaleza, las artes hechas por el ser humano, es reconocer y agradecer que brota del pensamiento del Señor, y a pesar de ello la fe es frágil, pero quien como el Centurión ruega, pide, suplica e insiste, la enseñanza de Nuestro Salvador es pedir por la oración; “Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; golpead y se os abrirá” Esto hizo el Centurión y obtuvo, el Cortesano hubo esforzarse y obtuvo, de nuestra parte es seguir la enseñanza y el Señor dará por añadidura como al cortesano porque convencido de su fe; “Jesús le dijo: Ve tu hijo vive.

Creyó este hombre a la palabra que le dijo Jesús y se puso en marcha”.
La muchedumbre que le acompañaba y sus adversarios que estaban con Él, solo escucharon su palabra que debió calar en todos los corazones como diciéndoles; “Hijos míos! ¿Dónde está su fe? No encuentro nada en sus corazones, los veo vacíos, solo veo mentes escandalizadas” Preguntémonos, ¿Si tuviéramos la gracia inmerecida de escuchar de su divina voz la realidad de los corazones de este mundo avanzado en la modernidad del siglo XXI? La respuesta será contundente, agitaría los corazones la misericordia anunciada y no se escuchó; “Pero el Hijo del hombre, cuando vuelva, ¿Hallará por ventura la fe sobre la tierra? La respuesta del mundo dirá; “¡Señor, la hemos perdido! Reconocerlo sería abogar por su magnanimidad, pero a cómo van las cosas no se tendrá valor de contestar, se temerá su justicia, pero mientras hay vida hay esperanza, veamos como el Cortesano regresa a su hogar, en su andar repasa las palabras; “Ve tu hijo vive” sencillas palabras del divino Maestro, entre más piensa más se arraigan en su corazón y mayor su fe.


“Ya bajaba, cuando encontró a algunos de sus criados que le dijeron que su hijo vivía. Preguntóles, entonces, la hora en que se había puesto mejor.

Y le respondieron: Ayer, a la hora séptima, le dejó la fiebre” Indudable que agradeció a Nuestro Señor Jesucristo el milagro prodigioso de sanar a su hijo, y este continuar con vida, conmovido por la obra de no perder a su hijo reconoció y de nuestra parte siempre sea igual: un solo acto de la voluntad de Jesucristo Nuestro Señor obra a distancia la completa curación de un enfermo en trance de muerte.

Al conocer la hora en que estaba bien el hijo vio en ello la mano de Dios, entendió como se logran los efectos espirituales que nuestro Salvadora; “Y el padre reconoció que ésta misma era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive.

Y creyó él, y toda su casa”. Apreciemos, la familia del cortesano nos enseña; El dolor del padre y a no dudar de la familia.
Los siervos gozosos van al encuentro de su señor y le hacen saber la mejora del hijo.

Explica el cortesano a su familia y sus siervos el prodigioso milagro del Señor, les hacer saber que solo Dios puede hacerlo, los exhortaría también creer como él en Él, lo importante que se debe valorar es que la familia y sus siervos respondieron al deseo del padre y todos creyeron convirtiéndose a la fe en Jesucristo Nuestro Señor.

Bueno es preguntarnos, en nuestra familia escuchamos al papá y a la mamá cuando piden responder a su deseo de rezar el rosario, asistir a la santa Misa, escuchar sus consejos basados en los mandamientos de la Ley de Dios, sabemos la respuesta, lo que no se aprecia por los hijos es que en casa diario hay milagros obrados por Dios en bien de la familia, alimento, vestido y sustento ¿Acaso vemos el momento en que nuestros padres no tiene para alimentar los hijos, al día siguiente de pronto hay para comer y lo que la necesidad requiere? Muchos de los hijos no se conforman con la comida, los muebles, la televisión, el refrigerador descompuesto y más, no piden lo exigen, sin detenerse a pensar que a Dios se debe la vida, el latido del corazón, los logros, lo mucho o poco bueno que se hace, pues todo ello es un milagro que Dios Nuestro Señor dispone para bien de la persona, su alma y su salvación, por ello no olvidemos que el acto sublime de la fe es creer en Cristo Nuestro Señor de palabra obra y pensamiento, lo demás dijo; “Buscad, pues primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”.
hefelira@yahoo.com

 

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