REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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“Fiesta de todos los santos”

“Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque a ellos pertenece el reino de los cielos” (Mt. 5, 3)
domingo, 1 de noviembre de 2020
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Glorifica y exalta el Salmo la rectitud de Dios, en ello comprendemos que el profeta hablando inspirado por el Espíritu Santo lleva a nuestra vista el sublime elogio de Dios que alivia el alma motivada por la gratitud; “Cantad, Oh justos.

A Dios la alabanza es propia de los rectos. Porque la palabra del Señor es recta, y toda su conducta es fiel. El ama la misericordia y la justicia” ¿Quiénes son los justos y rectos a los que se refiere el Santo profeta David? Da a conocer sobre ellos San Agustín; “Alabar al Padre es lo propio de los rectos de corazón, así como el cantar, es propio del que ama”.

De donde comprendemos, Jesucristo Nuestro Señor dio a conocer en los Santos Evangelios ser implacable con la falsa religiosidad porque muchos lo alaban de boca; “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial” El Señor en verdad se goza en el alma recta porque todo lo que de ella aflora es alabanza sublime que nace de la nobleza de su corazón.

¿Y quiénes son en los que se goza? En las almas de santidad por su pureza impecable son vencedores de los males que el mundo ofrece han derrotado por ser buenos, justos, rectos y fieles, piadosos, humildes, pacientes y más virtudes para hacer el bien así mismo y al prójimo mostrando en su conducta el amar a Dios de palabra, obra y pensamiento.

¿Alguna vez nos hemos preguntado porque existen esas almas a los que se venera como Santos o Santas? Nuestra Santa Madre Iglesia da este reconocimiento a la persona canonizada en razón de conocer a lo profundo de su existencia terrena la acertada y verdadera perfección, virtud y ejemplo de vida en Cristo Nuestro Señor para que reconociendo su obrar, concederle lo que alcanzó sin buscarlo: la santidad.

¿Por qué se eleva esa persona a la santidad de veneración? Porque en su paso por el mundo lucho en todo momento por la perfección de su alma e imito en vida perseverando en la virtud y abnegación por Cristo Nuestro Señor, al que atrajo y depositó en el centro de su vida y sobre Él giro su palabra, obra y pensamiento, su existencia fue en torno a Él, para Él y por Él, venció al mundo de la provocación que tiende la tentación, conservándose fiel a su doctrina, mandamiento y Evangelio mostrando su santidad en cada acto de su vida.

Dios conoce lo profundo de los corazones y ve en cada alma la dimensión del amor que profesa a su Creador, reconociendo por la limpieza de su alma es llevada a los altares donde será venerado como hijo fiel y verdadero.

¿Qué hizo para ser intercesor de las almas ante Dios? Ser ejemplo de Fe viva, y depositar su confianza absoluta en Dios. Ahondando en la santidad de las almas llevadas a los altares, es para el cristiano católico señal de confianza y seguridad que Dios concede en bien del pecador la esperanza al tener un santo patrono que ante Dios intercederá por las necesidades espirituales de su alma, de donde entender que en los santos del cielo hay algunos a quienes hemos conocido, todos han vivido en la tierra una vida como la nuestra, señalados con la virtud de la fe que conservaron su fidelidad a la enseñanza de Cristo Nuestro Señor, a prevalecer en la Patria celestial al que todos sin excepción son invitados unirse a ser almas de santidad.

San Pedro, Príncipe de los Apóstoles refiriéndose a la santidad que tiene derecho a ganar el alma bautizada expuso;” Pues escrito está: Sed santos, porque Yo soy Santo” En efecto todos podemos ser santos, pero habrá que luchar por serlo para ello es nuestra conducta, ¿Y porque seremos santos? Muy sencillo, porque todas las almas fueron redimidas por la preciosísima sangre de Cristo Nuestro Señor.

de ello el cristiano católico tiene la decisión. Cada alma reconocida por nuestra Santa Madre Iglesia debido a su santidad, en un momento de su vida tomo con firmeza la resolución de ser santo, otros sabiendo el esfuerzo del camino de santidad prefieren continuar como están, otros lo vieron difícil, otros de plano no quieren saber de ello, conformistas prefieren seguir el camino por el que no se quieren apartar, el incrédulo critica a los santos como una acción engañosa de la Iglesia que ellos mismos en sus adentros desprecian al no seguir la santidad que Dios Nuestro Señor ofrece a todos los seres humanos, pero desprecian dan razón y causa con áspera critica; el cristiano católico que mantiene una vida ordenada es importante no olvidar que navegamos por el mar tempestuoso del mundo, ha existido a través de los siglos a pesar de ello surgió y surgirán millares de santos y santas, santos mártires y santas almas justas y rectas que en su paso por la vida de prueba, profundizaron en el bien que Dios Nuestro Señor e hicieron regla de perfección y perseveraron hasta el final.
Se ha seleccionado una alma bella y pura, humilde y entregada en todo su ser conscientemente a Dios y a su santísima Madre, en la Biografía de Santo Domingo Savio se aprecia la motivación que le condujo al su deseo de ser Santo; “Don Bosco había desarrollado tres pensamientos en el sermón del domingo de Cuaresma: Dios quiere que todos nos hagamos santos.

Es cosa relativamente fácil llegar a serlo. Hay un gran premio en el cielo para el que se haga santo. Domingo, como se ve, sale de esa plática sumamente impresionado.

¿Cómo llegar a ser santo si a él le prohíben hacer penitencia como la que habían hecho los grandes santos? Nada de cilicio, ni de piedrecitas en los zapatos, ni debajo de las sábanas.

¿Y entonces qué? Su alma se turbó y se sintió perdido. El nunca llegaría a ser santo. Un joven flaco, débil, pálido, sin salud, no iba a tener fuerzas para hacer frente a una empresa tan grande como la santidad.

No podía alejar de sus oídos la voz de Don Bosco, que repetía insistentemente: "Domingo, debes hacerte santo. Tienes que ser santo. Dios lo quiere".

Y otra voz que le repetía igualmente: “Tú No podrás. No podrás” Por eso buscaba los rincones del oratorio, para dar rienda suelta a sus lágrimas.

Fue entonces cuando lo encontró Don Bosco y llevándolo aparte le habló durante un largo rato. De aquel diálogo con Don Bosco, salió Domingo alegre y feliz.

La paz había vuelto a su alma. Fue a rezar a la Iglesia de San Francisco de sales y a postrarse ante la imagen de la Virgen María; “Sí, madre mía, te lo repito: quiero hacerme santo.

Tengo necesidad absoluta de hacerme santo. No me hubiera imaginado que, con estar siempre alegre y contento, podría hacerme santo” Y así como vemos la disposición de santidad en Santo Domingo Savio, así ha sido en diferentes formas con infinidad de almas que han alcanzado la santidad y hoy son honrados intercesores nuestros en los altares.

Preciso tener pureza de corazón.
“A la ver estas multitudes, subió a la montaña, y habiéndose sentado, se le acercaron sus discípulos” Desplegando sus divinos labios refiere el Evangelista; “Entonces, abrió su boca, y se puso a enseñarles así:” La Catedra de la perfección del alma escuchada, conocida y profundizada a través de los siglos por infinidad de almas hoy en los altares de nuestra Santa Madre Iglesia está en las Bienaventuranzas el plan de vida que perfecciono su alma.

Dejándose escuchar; “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque a ellos pertenece el reino de los cielos” No se refiere al decir “pobre” al indigente, mendigo o necesitado sino al que es “pobre de espíritu” La Palabra de Dios esclarecida por tres Doctores de la Iglesia con claridad y sencillez; “Observa Santo Tomás, citando a San Agustín; No solamente los que no se apegan a las riquezas (aunque sean materialmente ricos) sino principalmente los humildes y pequeños que no confían en sus propias fuerzas y que están, como dice San Juan Crisóstomo: en actitud de un mendigo que constantemente implora de Dios la limosna de la gracia” Ese mendigo es el pecador que busca en la vista de Dios la esperanza de su perdón por el arrepentimiento, podrá la pobreza de su espíritu reconocer sus miserias para encontrarse en posición de conquistar los bienes del cielo, revela María la Madre de Jesús en el Magnificat la justicia para el alma el recta y justa que soporta con paciencia su pobreza y aunque el rico no ponga su felicidad en el dinero, cosa difícil mas no imposible, como para el deshonesto e injusto; “Lleno de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió vacíos” El hambriento de la gracia santificante y el rico a los bienes efímeros del mundo, el primero al reino de los cielos, el segundo perdido eternamente.

¿Qué entendería la muchedumbre sobre la promesa de Nuestro Señor? Conmovidos de la misma forma hoy la humanidad escucha y se asombra, critica y pone duda, teme y esconde su corazón desagradecida a través de cada día en todos los siglos con su Creador, pero echada a los suelos por las almas que hicieron de su palabra la esperanza de elevar su alma y ofrecer a Dios su obrar con santidad.
“Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra”.

Tendrán por herencia el reino de los cielos, cuya figura es la tierra prometida. El manso de condición benigna y suave esta conforme y acepta de Dios Nuestro Señor las adversidades y tribulaciones que reconoce viene de la providencia del Señor, es prueba de su fidelidad, y obrando en ello perdona las ofensas, burlas, desprecios e injurias del prójimo, dominando con paciencia la violencia que evita explote con un acto del que sabe ofenderá a Dios, pide por el ofensor a Dios le perdone y calme su pasión, deja a Él su justicia al expresar Nuestro Señor “la tierra” significa tener parte en el reino de los cielos.

Cuantas almas de santidad hicieron de su mansedumbre ejemplo de santidad que a muchos atrajo, otros exacerbados por la pasión maldicen, blasfeman y murmuran, el manso de corazón no contraataca, perdona el pecador, aprendió el mal causado, ahora importa es la salvación de su alma.
“Bienaventurados, los afligidos, porque serán consolados”.

El pesar y pena, dolor y tristeza por la privación de lo que es complacer el cuerpo o ser inclinado o inducido a tomar lo que desagrada, no es causa de derramar lágrimas, esto se llama aflicción espiritual, para entenderlo, son las lágrimas del alma, luego no hacer lo que me agrada o me gozo en ello porque me perderá.

Ahora bien, considerar que estas lagrimas del afligido por la pena de sus pecados cometidos tanto de sí mismo como del prójimo padecen al sufrir las tentaciones o no encuentra forma de hacerlas de lado caer en los riesgos espirituales, la fe y el amor a Dios vence al repasar la nostalgia del cielo en el interior consolidar la aspiración que el consuelo de la bienaventuranza fortalece con paciencia las adversidades.
“Bienaventurados los que tienen hambre y fe de justicia, porque serán hartados”.

Aquí conocemos varios aspectos; La justicia de Dios es la verdadera norma de vida conforme a su voluntad; “Hambre y sed de Justicia” equivale a los ardorosos deseos de tener la justicia de Dios el deseo de vivir en torno a los Mandamientos de la Ley de Dios, su doctrina y Evangelio.

El Señor promete serán satisfechos, ya que Jesucristo Nuestro Señor venció y derroto el pecado y la muerte; recibiendo la doctrina de la gracia, al paso por el mundo es buscar, sostener y ganar la santidad.
“Bienaventurados lo que tienen misericordia, porque para ellos habrá misericordia”.

La promesa de Dios es que la alcanzaran y será suya su divina misericordia, el alma que vive la esperanza de recibirla gozándose en ella la conserva.

Una cosa es recibir del Señor su virtud y otra el que quien recibe el beneficio corresponda a ella siendo misericordioso con el prójimo, punto que determina sufrir por las penas ajenas, las miserias del corazón como las del cuerpo y el espíritu, disponerse socorrer al prójimo en esas complicadas debilidades y miserias, desventura e infortunio siendo misericordioso tendiendo la mano de la comprensión.
“Bienaventurados los limpios de corazón puro, porque verán a Dios”.

Los fariseos en su meticulosidad buscaban para ellos y no el pueblo la limpieza externa, descuidando la limpieza del corazón que consiste en la limpieza del pecado mortal.

Nuestro Señor reclama no contaminar el corazón centro vital de la moral del ser humano, por ello exalta en esta bienaventuranza el premio al que se hará acreedor el limpio de pecado en esta vida ya que son males que Dios ve.

San Agustín refiriéndose a los limpios de corazón ilustra; “Los limpios de corazón son los que ven a Dios, conocen su voluntad, oyen su voz, interpretan su palabra.

Tengamos por cierto que, para leer la Santa Biblia, sondear sus abismos y aclarar la oscuridad de sus misterios poco valen las letras y ciencias profanas, y mucho la caridad y el amor del Dios y del prójimo”.
“Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios”.

Son las almas que buscan la paz entre las pasiones del pecador, su disposición la esparcen pacificando al prójimo, no solo buscan la paz de su corazón, sin que su disposición es encaminar a ello la humanidad para con Dios, entre las personas que viven en el mundo, en la familia entre los padres e hijos, en la actividad de trabajo, entre las amistades, parientes, su disposición es imitar en ello a Nuestro Señor armonizando de las almas su corazón y voluntad su labor no queda ahí, establecer el reino de la paz del las almas por consecuencia las personas entre sí con la oración, la reflexión.

Estos son hijos de Dios, porque en su acción de pacificar las almas se asemejan a Dios Nuestro Señor, porque Él es el Dios de la paz. .
“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque a ellos pertenece el reino de los cielos”.

La justicia es el bien moral, ha dicho el Señor por San Pablo; “No os venguéis por vuestra cuenta, amados míos, sino dad lugar a la ira (de Dios), puesto que escrito está: Mía es la venganza; Yo haré justicia, dice el Señor”.

Clama el Santo Profeta David en la plegaria del perseguido; “Escucha, ¡Oh Dios!, una justa demanda; atiende a mi clamor; oye mi plegaria, que no brota de labios hipócritas.

Que mi sentencia venga de Ti; tus ojos ven lo que es recto”. Aquí no entrega el profeta la oración excelente para quienes sufren persecución a causa de la fe, de la que San mateo conforta; “Que no brota de los labios hipócritas”, porque ningún ser humano debiera comprender, valorar y entender haciendo lo imposible por no dejar de borrar de su corazón nadie es justo delante de Dios, no se puede ocultar como humanamente se hace esconder la verdad de los actos a Dios.

Define la justicia de Dios san Juan Crisóstomo; “Dios no es como el hombre capaz de mentir, ni como el hijo del hombre, sujeto a mudanzas”.

Dios no muda.
“Dichosos seréis cuando os insultaren, cuando os persiguieren, cuando dijeren mintiendo todo mal contra vosotros, por causa mía.

Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros”. Afirma el Señor, si vosotros queréis ser mis discípulos adelanta lo que padecerán, las borrascas tempestuosas de odio, ira, colera y más deberán soportar, esta conducta fue en sus Apóstoles, discípulos y en las almas de santidad que celebramos en la Fiesta de todos los Santos.

Las personas que los amaron, otros los odiaron; aprendieron la doctrina de salvación y los lanzaron de su presencia, los que alabaron, hay otros y muchos que maldicen e intrigan no contra el insultado, es contra Cristo Nuestro Señor.

He aquí a vista de pájaro, que hablar de la santidad de las almas es extenso, pero queda una idea de lo que el cristiano católico habrá de luchar en perfeccionar su alma, es sacar con un esmeril y limpiar las asperezas que se pegan como lapas en el corazón esfuerzo agradable a la vista del Padre.

Tomando de Corneille de su poesía, una suplica al Señor; “Sí tu corazón fuese recto, todas las criaturas serán para ti como espejos y libros abiertos, donde verías, sin cesar, en mil lugares diversos, modelos de vida y doctrinas.
hefelira@yahoo.com

 

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