REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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Por el Poder y la Virtud de Dios

“Mas si por el dedo de Dios echo Yo los demonios, es que ya llegó a vosotros el reino de Dios” (Lc 11,20)
domingo, 7 de marzo de 2021
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Sin sorprenderse de las realidades actuales, una de ellas que malamente entre más pasa el tiempo más está arraigada en el vivir del mundo y en las personas, en las naciones e instituciones como en las familias y los ámbitos de las sociedades, es la incredulidad moderna la que rechaza la palabra de Jesucristo Nuestro Señor en nombre de la naturaleza, de la ciencia, de la crítica, de la evolución, de las doctrinas disolventes, de la libertad sin freno, siendo el dejar hacer y dejar pasar, divisa de conducta que siguen infinidad de seres humanos, tiene por fin único el rechazo a todo bien doctrinario, mandamiento y palabra de Dios: la incredulidad siempre justifica el fin y los medios, desalentando y apartando a las personas del vital alimento espiritual de obtener los bienes celestiales, mismos que dispersa en las almas y corazones, de la mente y de la voluntad.

La acción de la incredulidad tiene la fatal similitud del carcinoma, el tumor maligno que se propaga sin que nada lo detenga de las vías sanguíneas, su metástasis va de un órgano distinto a donde se inició invadiendo los demás, siendo mortal sobre el enfermo que de seguro va a morir; así, de la misma forma obra la incredulidad en el alma y corazón, al que impone la duda, temor y desprecio, ira, rencor y envidia, desparrama en la persona sobre su memoria entendimiento y voluntad argumentos y razonamientos falsos, la falsedad de su proposición lleva la aversión en palabra, obra y pensamiento la repugnancia a no creer en Dios, porque al incrédulo no le asusta ni altera inducir a otros a que sepulten la fe y confianza en su creador, su intención es enterrar gente a su incredulidad, en un verdadero peligro que no se comprende; la mayoría cree que evitar el peligro de perder la vida es cuidarse para no ser atropellado, no pasar por una construcción donde pueden caer ladrillos, vigas, varillas u otra cosa en que se pierda la vida, o caer en la droga, o en los actos perversos que denigran la persona por los efectos o a consecuencia de ese envilecimiento perder la vida, cierto, es peligroso no cuidarse, pero el mayor de todos los peligros que no se valora es el que te hace entregar tu vida y tu ser, tu alma y corazón a la incredulidad, ¡Qué difícil es comprender y más la juventud de hoy que entre más persiste en la incredulidad más agrava su alma, hasta que el pecado mortal borra por la persistencia todo sentimiento noble y sublime a Dios! El reclutado no percibe a donde es conducido, solo vive el agrado de ser excitado, desconoce va a la impiedad que desvirtúa la obra divina en el interior de su alma, no puede decir que desconoce, nadie puede decir que en su existencia no lo ha vivido en múltiples ocasiones, incluso sabe que la ha experimentado cuando conmovido por un sincero arrepentimiento vivió la paz y tranquilidad de su alma, Dice San Agustín; “el camino a la felicidad está en Dios.

Dios es fuente de nuestra felicidad”.
El incrédulo se ha dejado moldear por su incredulidad con argumentos pragmáticos y hedonistas que le resulta risible cumplir las obligaciones que como cristiano católico se debe para con Dios Nuestro Señor, es la verdad, aunque duela.

El Señor nunca dejará de dar los valores de salvación a su alma, obvio que el incrédulo no va aceptarlas, los rechazará con comentarios ásperos, crítica irónica, perversa y violenta, reprobando y censurando la obra de salvación.

Esta incredulidad la vivió en toda su realidad Jesucristo Nuestro Señor en el pueblo que vino a salvar del pecado, siempre estuvo rodeado en su peregrinación por multitudes incrédulas azuzadas por incrédulos, los primeros titubeantes, los segundos con toda maldad atando a su incredulidad a ese pueblo del que dijo el Señor en el Éxodo; “Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz”.

La lucha de todo ser humano es hacer el bien y evitar el mal, de convertirlo en norma de vida significará siempre luchar por obtener el bien y luchar por vencer el mal.

El propósito de la venida al mundo de Jesucristo Nuestro Señor es orientar las almas por el mejor camino para su salvación, orientar las almas a ser partícipes de esa batalla que inicia desde su nacimiento y termina al morir para que al entregar cada quien su alma al Padre este colmada de bienes atesorados en este trayecto, a eso vino el Señor; ¿Y lo entiende el mundo de hoy? ¡Claro que lo entiende! Que niegue creer es porque teme, tiene miedo afectar sus intereses, son tantas las causas; Que la palabra de Cristo Nuestro Señor es profecía; “Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos.

Si un ciego guía, a otro ciego, caerán los dos en el hoyo”. El poder de Dios sobre las almas es virtud infinita de su poder, el ser humano recibe una pequeña parte para que por él así mismo se salve, esa es nuestra tarea, Él quiere que nos salvemos, nosotros tememos y dudamos, así nada se puede hacer, Dios Nuestro Señor espera el momento del arrepentimiento y vendrá como dice San Agustín; “Dios es fuente de nuestra felicidad y meta de nuestro apetito”.

El Señor es fuente de agua viva que calma la sed del pecador como le mostró a sus discípulos su gloria en la transfiguración, y fortalecidos lo veamos en la humillación de su pasión y crucifixión, esto y mas está escrito en los Santos Evangelios, cada versículo es punto de orientación, de meditación, de reflexión y de profundizar en la razón de porque estoy en esté mundo.
Jesucristo Nuestro Señor padeció como hombre desprecios, rechazos e injurias, escarnios, agravios, e insultos, repasando los Santos Evangelios encontramos que, de su palabra, pensamiento y del corazón broto el poder de salvación, pero de la gente del sanedrín fue la intriga y la confabulación.

Dios conoció lo que en su contra guardaban sus corazones, teniendo el poder de castigar esa maldad no lo hizo a ese momento, pero sí advierte, a que razonemos donde surgió en ellos y la humanidad la rebeldía en cada siglo; “Porque del corazón salen pensamientos malos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias.

He aquí lo que mancha”. Quien vive mal, en vida debiera comprender donde está el punto de su maldad y por ahí tomar camino de recuperarse ante Dios Nuestro Señor, y dejarse de injurias, burlas y mofas a Él y al prójimo.
Vamos al pasaje del Santo Evangelio donde el Señor manifiesta al cristiano católico que, ante la blasfemia, el milagro de su palabra vence la injuria.

Estamos al fin del segundo año de la vida pública de Jesucristo Nuestro Señor. Desmenuzando la predicación; “Estaba Jesús echando un demonio, el cual era mudo.

Cuando hubo salido el demonio, el mudo habló. Y las muchedumbres estaban maravilladas”. De ello San Remigio de Reims ilustra este prodigioso milagro del Señor; “Este endemoniado, según San Mateo, no sólo era mudo sino también ciego.

Hizo tres milagros en un solo hombre. Siendo ciego ve, siendo mudo habla, estando poseído por el demonio queda libre. Esto se verifica todos los días en la conversión de los creyentes.

Primeramente, expulsado el demonio, ven la luz de la fe y después se desatan en alabanzas al Señor aquellas bocas que antes eran mudas.” Jesús para hacer entrar en razón del error que guardan los sacerdotes del templo, escribas y fariseos permite a estos conspiradores urdan algo para que se contradiga el Señor en su divinidad, y le acercan un hombre que reúne en su persona males, el principal es que está poseído por el demonio y daños físicos: sordo, mudo y San Mateo refiere era ciego.

En él poseído se encuentra el culpable, es del demonio tener bajo su control los males de la ceguera, sordera y mudes. El hombre poseído no era sordomudo ni ciego por naturaleza, era el demonio el que quitaba el uso de la audición, de la palabra y de la visión.

El diablo causa en las almas que posee la ceguera de la soberbia maligna, la sordera que no quiere conocer la palabra de Dios y la mudez, por carecer de fe en Dios calla todo llamado a reconfortarse en Él.

A no dudar que el Señor al ordenar la expulsión del demonio en el infeliz por el imperio de su voz, el poseso al instante escucha, habla y ve a Dios, pero la muchedumbre no lo ve así incrédula se escandaliza al ver con claridad el prodigioso milagro, empieza a conmoverse, corriendo el comentario en la gente, que solo recapacita hablando de Nuestro Señor Jesucristo, reconociendo su milagro y empieza en el tumulto la murmuración de que en verdad es el Mesías esperado de Israel.
La gente del sanedrín mezclada entre la muchedumbre quedo helada de temor al saber lo que se habla, temiendo perder no solo el control sino ser acusados de engañadores temen por su vida, reaccionan y actúan yendo contra la deducción del pueblo que piensa de Jesucristo Nuestro Señor es el Mesías y atacan al Hijo de Dios acusándolo con una imputación perversa e indigna, depravada y miserable, reza el Evangelio; “Pero algunos entre ellos dijeron: Por Beelzebul, príncipe de los demonios, expulsa los demonios”.

No teniendo sino solo esté argumento de desprecio, para la incredulidad el fin justifica los medios, por eso dan a conocer a la muchedumbre. En su temerosa desesperación vino la inspiración del diablo en uno de ellos que se atreve a inicuo engaño que los príncipes del sanedrín se unen a la acusación impúdica, que en ese momento cada uno sus enemigos ha mantenido y exacerbado la acusación injusta y ofensiva, despectiva y vejatoria, señalar que el Santo Hijo de Dios está poseído y es subalterno del pérfido Beelzebul, San Beda Doctor Venerable orienta; ”Admirándose siempre las turbas -que parecían menos instruidas- de los hechos del Señor, los escribas y los fariseos se esforzaban en negarlos o en darles mala interpretación, haciéndolos aparecer no como obra de la divinidad, sino del espíritu inmundo.

Por esto sigue el evangelista: "Mas no faltaron allí algunos que dijeron": "Por arte de Beelzebub, príncipe de los demonios, echa El los demonios.” Al comentario infamante los príncipes del sanedrín hicieron una escandalosa algarabía para confundir a la muchedumbre con un vocerío que parecía motín pidiendo y desbordando cosas ocurrentes para desvirtuar el prodigioso milagro, expone el Evangelio; “Otros, para ponerlo a prueba, requerían de Él una señal desde el cielo”.

Hasta aquí el milagro que mostro el poder del Señor, y la acusación perniciosa del pueblo que vino a salvar del pecado.
Pasamos ahora a la virtud del Señor que refuta esa abominable acusación; “Mas Él, habiendo conocido sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es arruinado, y las casas caen unas sobre otras” ¿Qué no vería Nuestro Señor en ese momento en sus pensamientos? ¿Acaso escucharon esta afirmación del Señor? La muchedumbre era bastante que no abarca el sanedrín su extensión y pierden contacto, solo los cercanos al Señor conoce su afirmación, pero el Señor va al punto de su afirmación que el Doctor Admirable deja en claro la divinidad de Jesucristo Nuestro Señor; “No responde a lo que han dicho sino a lo que piensan, para que se viesen compelidos (obligados) a creer en el poder de Aquel que veía los secretos del corazón”.
Continúa el Señor; “Sí pues, Satanás se divide contra sí mismo, ¿cómo se sostendrá su reino? Puesto que decís vosotros que por Beelzebul echo Yo los demonios”.

Nuestro Señor da conocer, que la vida de las naciones, de las familias, de las instituciones y de cada persona que viven en armonía, paz y tranquilidad, progresan y tienen bienestar y bienaventuranza, pero si se vive en discordia, la división y escisión destrozará y arrasará.

Ahora bien, dijo el Señor, “¿Cómo sostendrá su reino?” Una pregunta que no se debe perder sino ser motivo de ver el sentido incorrecto de la ofensa, pues si el reino de satanás esta dividido, es un reino perdido, ante está situación entendemos por la gracia que se a empezado a instituir el reino de Dios.

San Ambrosio explica que será del que hace acusación infamante; “También da a conocer en esto que su reino es indisoluble y eterno; y, por tanto, a los que no esperan en Jesucristo, sino que creen que arroja a los demonios en virtud del príncipe de los demonios, les niega que sean de su reino eterno, lo cual se refiere también al pueblo judío”.
“Ahora bien, sí Yo echo los demonios por virtud de Beelzebul, ¿vuestros hijos por virtud de quien los arrojan? Ellos mismos serán, pues, vuestros jueces”.

Debió ser una pregunta que la gente del sanedrín no supo que contestar, como las posteriores generaciones de incrédulos a través de los tiempos, ¡Claro que la escucharon! Pero al escuchar no le dieron importancia, su interés estaba en no perder el control del pueblo.

No por eso la palabra de Dios queda al olvido, ¡No! La grave acusación lleva respuesta que profetiza alteración y desarreglo, como la dificultad entre los hijos y sus padres.

Primero, entendiendo que los discípulos son jueces de sus maestros, los padres aprovechando su autoridad en los hijos enseñan la facilidad de aplicar doctrinas perversas, y con esa enseñanza caerán en las malas acciones que se derivan de una enseñanza maligna y malvada.

Muestra de lo anterior es que sabiendo que se enseña la apostasía, la infidelidad, traición y sacrilegio, es adjudicar al demonio una eficacia de sus exorcismos, y no el poder que obra Jesucristo Nuestro Señor.

¿Cómo se llama? Corrupción de pensamiento y corazón; “Mas si por el dedo de Dios echo Yo los demonios, es que ya llegó a vosotros el reino de Dios”.

Da entender Nuestro Señor, si Yo soy quien en nombre de Dios expulso los demonios, significa que tengo los poderes de Dios, que soy su enviado, así queda echada por tierra la acusación.

Dice San Agustín; “Por esto se dice muy oportunamente: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”; esto es, si yo, siendo hombre, en virtud del Espíritu divino arrojo los demonios, la naturaleza humana ha sido enriquecida en mí y viene el Reino de Dios”.
“Cuando el hombre fuerte y bien armado guarda su casa, sus bienes están seguros”.

Con esta palabra Nuestro Señor da conocer su victoria sobre Satanás, no solo obra con sus poderes, sino que en ellas profetiza que ha venido a destruir su reino y ha triunfado sobre él.

La razón de su triunfo expone San Juan Crisóstomo; “Llama fuerte al diablo, no porque lo sea por naturaleza, sino dando a conocer su antigua tiranía, causada por nuestra debilidad”.

Quede valorada la comparación que da el Señor; “Pero sí sobreviniendo uno mas fuerte que él lo vence, le quita todas sus armas en que confiaba y reparte sus despojos”.

El hombre fuerte es el demonio, antes de la venida de Jesucristo Nuestro Señor tenía dominio sobre el mundo y las almas, manipulo personas a su favor; pero el hombre mejor armado es Jesucristo Nuestro Señor quien vino a derrotarlo por ser más fuerte y lo ha vencido, derrotado en el desierto, arrojado de los posesos, arrebata sus armas: astucia, poder y mentiras, saquea sus casas que son los males en las almas, entra en ellas el poder del Hijo de Dios, ahora son de su propiedad.

Dios Nuestro Señor pide vivir en el mundo en su poder y virtud, pide, vivir con Él por la fe y la confianza, pide ser amado y servirlo, pide amar y servir al prójimo como a Él mismo, pide apegarse a su doctrina, mandamiento y evangelio; pero de nuestra parte ¿qué respuesta damos a quien por nosotros padeció y sufrió muerte ignominiosa? A quien conociendo nuestras debilidades sabe que son muchos los llamados y pocos los que cumplirán; “Quien no está conmigo, está contra Mí; Y quien no acumula conmigo desparrama”.

Pide determinación: ¡Sí! absoluta, por ello es saludable la necesidad que expone San Cirilo, “Como diciendo Yo he venido a reunir a los hijos de Dios dispersados por el demonio; y el mismo Satanás, como no está conmigo, procura esparcir lo que yo he reunido y salvado. ¿Cómo, pues, ha de darme el poder el que combate todos mis designios?”.
hefelira@yahoo.com

 

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