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¡Ningún dolor es normal!

Ningún dolor, ni el lumbar, ni el neuropático, ni el diabético, ninguno es normal.
lunes, 13 de diciembre de 2021
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Agencia/Reforma

Había decidido no prestarle atención y esperar a que pasara con un par de analgésicos, pero esa punzada en la parte baja de la espalda no lo deja, se ha vuelto insoportable.

Quizá, piensa, sea por la mala postura al pasar varias horas frente a la computadora, o a los "achaques de la edad". Y aunque el dolor ya se ha extendido incluso por su pierna, evade acudir al médico; no vaya a tratarse de algo que le impida ir a trabajar.

A fin de cuentas, un par de pastillas disipan por momentos el malestar, lo suficiente para seguir con la cotidianidad. Pero, ¿en verdad es normal vivir con dolor?

"Creer que tenemos ese dolor por la edad o por la posición en que estamos sentados y trabajando no es normal. Ningún dolor, ni el lumbar, ni el neuropático, ni el diabético, ninguno es normal.

"Todo tipo de dolor debe ser tratado de manera precisa, adecuada y oportuna para evitar que se cronifique", enfatizó el anestesiólogo Marco Narváez, presidente de la Federación Latinoamericana de Asociaciones para el Estudio del Dolor (Fedelat), durante una charla en línea.

ENFERMEDAD SILENCIOSA

Crónico es la palabra clave en torno a este dolor, tan generalmente menospreciado que se ha convertido en un problema silencioso, aun cuando el número de personas afectadas es considerable.

Tan sólo en América Latina, indicó Narváez, de los 667 millones de habitantes que hay entre México y el extremo sur de Argentina-Chile, se estima que aproximadamente 190 millones, es decir, cerca del 30 por ciento de personas en esta fracción del Continente, sufren dolor crónico.

"Ese dolor crónico hoy en día se considera una enfermedad por sí misma", remarcó el especialista, haciendo una diferencia con el dolor agudo.

Mientras éste último es un síntoma, una respuesta de defensa a un daño o una lesión, el dolor crónico se prolonga más allá de tres meses y deja de cumplir una función protectora, afectando, en cambio, la calidad de vida de los pacientes de distintas formas.

Desde lo fisiológico y funcional, con un aumento en la presión arterial, pérdida de apetito, insomnio y baja en las defensas, hasta lo familiar y social, pues las personas aquejadas por esta forma de dolor suelen aislarse.

Todo esto sin obviar, claro, lo emocional y psicológico, además de lo laboral.

"Más del 96 por ciento de personas con dolor crónico van a sufrir ansiedad o depresión", alertó Narváez. "Laboralmente, el índice o la prevalencia de bajas médicas por dolor de espalda, por ejemplo, es enorme".

TRATARSE A TIEMPO

Y aunque, según la estadística, la población mayor a 50 y 60 años tiene una mayor predisposición a sufrir dolor crónico por las múltiples enfermedades crónico degenerativas asociadas al envejecimiento, Narváez insistió en que ello no significa que sea normal vivir con él.

Por ello exhortó a las personas a que, ante cualquier cuadro de dolor crónico, y sin importar su origen, no se automediquen y acudan al médico para recibir tanto un diagnóstico como un tratamiento adecuados y oportunos.

"Una de las principales barreras que tenemos es poder hacer una consulta temprana de síntomas para no permitir que pasemos de esos tres meses y que el dolor no se nos cronifique", reiteró el anestesiólogo especialista en dolor y cuidado paliativo Felipe Mejía, presidente de la Asociación Colombiana para el Estudio del Dolor (ACED).

"Si llegamos a este punto del primer trimestre y logramos controlar la sintomatología, la cronificación no va a ser tan evidente, y va a ser muchísimo mejor para el paciente tanto en el pronóstico como en la evolución, por supuesto".

De acuerdo con el presidente de la Fedelat, la resonancia magnética funcional ha permitido identificar que desde las primeras semanas que una persona sufre dolor ya hay un impacto a nivel cerebral, a nivel del sistema nervioso central, que "va haciendo memoria y va sensibilizando nuestro cuerpo y nuestro cerebro para que ese dolor agudo se cronifique".

"Es decir: ante un golpe, un dolor de espalda que pasa de la primera, la segunda, la tercera semana, nuestro cerebro ya tiene una marca; en la corteza somatosensorial del cerebro ya hay una huella de un dolor.

Y si ese dolor progresa en el tiempo se hace crónico, y la huella en el cerebro es mayor y más difícil de revertir", explicó.

Considerando la intensidad, calidad y características del dolor, el diagnóstico adecuado logrará ofrecer un tratamiento individualizado, tomando en cuenta también el historial clínico del paciente para poder recetar un tipo específico de fármacos, distintos a los utilizados contra el dolor agudo.

"El temor a la medicación, el temor a la adicción, a la dependencia, también forma un mito que hay que corregir para tener un buen manejo del paciente con dolor crónico.

"Al día de hoy, con el avance tecnológico, con el avance de la farmacéutica, de los modelos tan inofensivos pero efectivos de fórmulas farmacológicas o técnicas que manejan adecuadamente el control del dolor, nadie tiene por qué despertar con dolor y asumirlo como normal", concluyó Narváez.

 

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