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Sénkivka, el punto fronterizo caliente

Chernigov, la ciudad ucraniana que da nombre a la región donde se encuentra el puesto fronterizo de Sénkivka, es una urbe tranquila y provinciana que no se deja llevar por el pánico aunque las vecinas Rusia y Bielorrusia celebren ejercicios militares. EFE
- Entre Ucrania, Bielorrusia y Rusia
miércoles, 9 de febrero de 2022
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Sénkivka (Ucrania)

AGENCIA / EFE

Desde el puesto fronterizo de Sénkivka se puede ver el monumento “Tres hermanas”, erigido en honor a la amistad entre Ucrania, Bielorrusia y Rusia, una hermandad resentida por la alianza militar entre esos dos últimos países y las grandes maniobras que arrancarán mañana al otro lado de la frontera ucraniana.

El monumento está situado en “territorio neutral”, justo en la intersección de las fronteras de las tres antiguas repúblicas soviéticas, en una especie de triángulo formado entre las vías que se dirigen hacia estos países.

DETERMINACIÓN ALIADA

En vísperas de las maniobras conjuntas ruso-bielorrusas “Determinación aliada 2022”, el mensaje de la gigantesca mole de piedra blanca rodeada por un anillo de bronce con bajorrelieve alegóricos a la historia común de las tres naciones eslavas, queda en entredicho 55 años después de haber sido erigida.

Un oficial de la Guardia Fronteriza afirma a Efe que las autoridades ucranianas no han tomado de momento ninguna medida de cara a las venideras maniobras.

“Todo está muy tranquilo, no hay ningún cambio”, afirma, pero recuerda que en noviembre pasado el número de uniformados sí se duplicó – 8.500 efectivos llegaron a la frontera- ante el temor de que la crisis migratoria entre Bielorrusia y Polonia se extendiese a Ucrania.

UN PUNTO GEOGRÁFICO SIMBÓLICO

Y es que este punto de la geografía ucraniana podría resumir el carácter actual de las relaciones entre los tres países, un día antes del inicio de los ejercicios conjuntos de Moscú y Minsk, en los que participarán más de 30.000 efectivos, fuerzas de operaciones especiales, cazas, misiles Iskander y sistemas antiaéreos S-400.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha advertido de que Rusia lleva a cabo en los últimos días su “mayor” despliegue militar en Bielorrusia desde la Guerra Fría, mientras mantiene dentro y alrededor de Ucrania a más de 100.000 soldados.

Estados Unidos y la OTAN han expresado su temor de que Bielorrusia y Rusia aprovechen estos ejercicios para atacar Ucrania, pero Minsk ha calificado estas sospechas de “ridículas” y arremetió contra la “auténtica histeria” que han desatado en Occidente las maniobras, cuyo carácter es “exclusivamente defensivo”.

Tanto Rusia como Bielorrusia han asegurado que los soldados volverán a sus cuarteles permanentes cuando finalicen los ejercicios el próximo día 20.

Kiev se ha distanciado además de Minsk después de que el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, afirmase que la península ucraniana de Crimea, anexionada por Rusia en 2014, es rusa “de facto y de iure” y asegurara de que luchará del lado de Rusia si hubiera un ataque directo contra ese país o Bielorrusia.

Sin embargo, para quienes trabajan o cruzan la frontera en Sénkivka las tensiones se han tornado algo habitual, incluso ahora ante la amenaza de una invasión rusa, incluida desde ese punto de la frontera o cualquier otro que linda con Bielorrusia.

POBREZA EN VEZ DE GUERRA

“Los que tenían miedo ya se fueron. Por lo demás todos comprenden que aquí no va a pasar nada”, dice a Efe Igor, ucraniano de 55 años, conductor de un camión de carga que espera pacientemente su turno para cruzar la frontera.

Hace 40 años, añade, invadir esta zona de Ucrania hubiera tenido sentido, cuando era una región floreciente, pero ahora “está literalmente en quiebra” y ningún invasor sacaría provecho alguno.

“Antes había empresas, fábricas, lo desguazaron todo y lo vendieron como chatarra” después de la independencia de Ucrania, dice con nostalgia, al señalar que ahora la mayoría de los habitantes de la región de Chernígov, al norte de la cual se encuentra Sénkivka, se dedica al comercio y a los servicios.

Hay mucho desempleo, lamenta, y muchos jóvenes se entregan al alcoholismo, las drogas y la prostitución, asegura.

Lleva más de veinticuatro horas en la cola para cruzar la frontera.

“Llegué ayer en la mañana”, afirma por su parte Mijaíl, un conductor pelirrojo y desgreñado de un camión con matrícula de Moldavia, mientras mira la larga fila -más de cuatro kilómetros- en la que también se ven vehículos con matrículas rusas, bielorrusas, ucranianas, moldavas e incluso azerbaiyanas.

PUEBLOS HERMANOS

Según asegura a Efe Oleg, un taxista ucraniano que cubre habitualmente la ruta entre la capital regional y el puesto fronterizo, “Ucrania, Bielorrusia y Rusia son pueblos hermanos”, en muchos casos vinculados por lazos de estrecho parentesco a cada lado de las fronteras, imposibles de romper.

“¿Cómo se puede disparar contra alguien que es igual a ti, si todo se puede resolver pacíficamente”, se pregunta, aunque asegura que Ucrania es su patria “y a la patria hay que defenderla en cualquier circunstancia”.

Viene de Chernígov, 88 kilómetros al sur del puesto fronterizo, una urbe de poco más de un cuarto de millón de habitantes, tranquila y provinciana, la mayoría de cuyos edificios no pasan de las cinco plantas.

Sus habitantes, muchos de ellos vinculados de un modo directo e indirecto al paso fronterizo, ya que es la principal vía de abastecimiento de los comercios locales, prefieren continuar con su vida, sosegada y humilde, antes de ceder al pánico de una guerra en la que no creen.

 

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