Amanda, hija del teniente coronel Felipe Bacio Cortés quien falleció en el accidente de helicóptero ocurrido el pasado viernes afirma: “A él le gustaba mucho el aire libre, y estoy segura que murió justo como hubiera querido: volando”.

El viernes 11 de noviembre, Cristina tocó el timbre de la escuela de su hija. Necesitaba hablar con Amanda. Ella estaba en clases. Cristina esperó.

Después, ambas se dirigieron hacia un salón aparte. Cristina le pidió a su hija de 12 años que se sentara, se colocó sus lentes negros y sòlo entonces se situó frente a Amanda para decirle que su padre había muerto piloteando el helicóptero en el que viajaba.

Quizá en ese momento los lentes negros de Cristina servían para ocultar sus ojos, para poner distancia, tal vez un filtro. “A veces la demasiada carga de realidad nos supera, y ocultar mi mirada atrás de esos lentes, y no ver directamente a los ojos de Amanda, fue algo que me ayudó a darle esta terrible noticia”.

Cristina hace una pausa y agrega a EL UNIVERSAL: “Hubiera dado todo por evitarle las palabras que tuve que decirle a Amanda esa mañana, nuestra única hija”.

(Hasta ahora Cristina no se ha retirado los lentes negros. Duerme incluso con ellos). Parecería que aún no alcanza a tomarle el pulso a la realidad.

Luego, a decir de Cristina, ambas se arrodillaron ahí, en el mismo salón de clases vacío, y pidieron fuerza y entereza para afrontar lo que venía: el funeral, los honores en el Campo Marte al teniente coronel Felipe Bacio Cortés; su posterior cremación y su viaje —ya en una urna— de regreso a Saltillo.

El teniente coronel Felipe tenía más de 20 años de servicio en la Fuerza Aérea Mexicana. Cristina preguntó a su hija si quería participar de todo lo anterior.

Amanda no lo dudó. “Tiene el mismo carácter fuerte, decidido y firme que tenía su padre”. Amanda, todavía no sabe de protocolos, ni está para saberlo.

Lleva una camiseta negra, pantalones negros y en sus tenis brillan pequeñas lentejuelas negras. Su pelo es largo; la tez, morena apiñonada, igual a la de su padre.

Tiene la esbeltez y la estatura de su madre. De pronto, Amanda comienza a recibir los abrazos de varios niños. Parece que todos hubieran llegado juntos.

Son más de 10. Amanda decide bajarse un escalón para poder abrazarlos mejor. Al rato uno de los más pequeños pregunta durante el funeral: “¿Puedo acercarme al cajón para ver a Felipe?”.

El padre de uno de esos niños se queda pensando en la respuesta. Hoy, Amanda quiere hablar de dos cosas mientras su padre es velado en la capilla. La primera: de cómo su padre, no hace mucho, la invitó a subirse en un helicóptero para mostrarle Veracruz desde arriba, desde el aire.

“Me iba mostrando todo. Íbamos por encima del mar. A él le gustaba mucho el aire libre, y estoy segura que murió justo como hubiera querido: volando”.

Luego, un poco más adelante, Amanda retoma la conversación y decide hablar de los helados que le gustaba tomar con su papá allá en Coyoacán.

“Salíamos a tomar helado siempre y cuando mis calificaciones fueran buenas. Y esto era a cada rato, porque me gusta mucho estudiar”, dice Amanda.

Durante el funeral, y de cuando en cuando, Cristina se acerca al féretro de su marido y pide a Amanda que la acompañe. Siempre abrazadas, ambas muy altas, y vestidas de negro total, se acercan al cuerpo de Felipe.

“Él no está lastimado, y su cuerpo está íntegro en el ataúd”, asegura Cristina. La tapa del ataúd del teniente coronel está levantada.

El miércoles fue la última vez que Amanda vio a su padre. Él le dijo que el viernes, en cuanto terminara de trabajar, pasaría por ella a la escuela.

El teniente coronel Felipe Bacio Cortés ya no llegó. Solo Amanda sabe lo que siente, ya sin volar con su padre.