María de los Ángeles Moreno

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Abasto, tema crucial para nuestras familias

domingo, 11 de diciembre de 2011
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El importante mercado que constituyen los casi 9 millones de personas en nuestra capital federal, a los que se agregan los aproximadamente 11 millones en la zona metropolitana del Valle de México exige eficiencia en la cadena que componen los productores primarios, las bodegas y los distintos mecanismos que facilitan la conexión con los consumidores.

La intensa actividad comercial entre familias, productores y mercados, empieza a muy temprana hora del día, con un gran dinamismo y los mercados públicos son además un espacio “emblemático”, referente obligado en las crónicas de la ciudad, y a veces también, en las visitas turísticas cuando son áreas muy tradicionales.

A la luz de la importancia de esta cadena de actividades que rematan en el abasto a una gran ciudad y a la zona conurbada, se conformó en 1981 el “Fideicomiso para la Construcción y Operación de la Central de Abasto de la Ciudad de México”.

El conjunto de actividades económicas que se maneja en su entorno, es prioritario para nuestra ciudad. Se estima que esa central recibe, al menos, 450 mil visitas diarias, coadyuva a la formación de precios con el sistema que implica manejar una amplia y diversa oferta, recibida directamente de los productores, un almacenaje que permite conservar los productos y una demanda que se da al mayoreo y también al menudeo.

Los artículos y los precios son, en general, más atractivos para los consumidores que los que pueden obtener en supermercados o tiendas de autoservicio o de conveniencia, incluídas las que manejan los grandes consorcios internacionales.

Los orígenes de la Central de Abasto están en los mercados y tianguis, especialmente el Antiguo Mercado de la Merced, que en razón de la gran actividad que ahí se generaba, tuvo que extenderse a otros territorios.

Condiciones desfavorables La Central de Abasto del Distrito Federal, es considerado el mercado mayorista más grande del mundo, tiene una dimensión de 327 hectáreas y concentra y distribuye 30 por ciento de la producción hortofrutícola nacional.

De acuerdo con información proporcionada por ese mismo fideicomiso, ahí abastecen sus alimentos más de 20 millones de habitantes, los que viven en la ciudad capital y la zona metropolitana del Valle de México.

Su movimiento económico anual se calcula que es superior a los 8 mil millones de dólares. El abasto oportuno de productos y servicios es vital para la población.

La posibilidad de obtener alimentos frescos y a precios accesibles ha sido muy relevante, y la operación, de la “Central de Abasto”, ha dado excelentes resultados por mucho tiempo.

Sin embargo, hoy se viven condiciones desfavorables para la “Central” en varios aspectos. El primero, una falta de acuerdos entre la administración designada por el Gobierno del Distrito Federal y los dirigentes de los comerciantes y bodegueros que operan en la Central.

Ello ha implicado una falta de mantenimiento de las instalaciones , un decaimiento de la actividad y falta de seguridad en sus instalaciones. El segundo, una situación jurídica poco clara en la que operan, extrañamente, un fideicomiso privado y otro público.

Pero, ninguno de los dos convoca a reuniones a sus integrantes. Las decisiones son tomadas unilateralmente por el director Raymundo Collins Flores, que eleva cuotas o restringe áreas a su arbitrio.

Por todo lo anterior, por las grandes sumas de dinero que ahí se manejan, existen diversos intereses que atentan contra la naturaleza de su creación.

En el año 2008, hubo algunas expresiones de inconformidad, me referiré a una, que ocupó diversos espacios en los medios de comunicación.

Un grupo de trabajadores de limpieza, en su mayoría mujeres, afiliados a una organización gremial, revelaron violaciones a su contrato colectivo de trabajo y dieron a conocer que sin estar de por medio ninguna licitación, el fideicomiso asignó a una empresa privada la limpieza de baños, básculas, estacionamientos y casetas de peaje.

En ese entonces, los trabajadores afectados atendían tan solo cinco baños y calculaban que en ese reducido espacio, las ganancias libres mensuales, excedían los quinientos mil pesos.

Derivado de ese conflicto, de la presión para que renunciaran los trabajadores y entrará en operación la nueva empresa, hubo violencia, uso de fuerza pública y varios trabajadores lesionados.

Los problemas en esa importante central continúan y crecen aunque no se dan a conocer públicamente. La corrupción ronda sus pasillos y las denuncias sigilosas empiezan a cobrar fuerza.

Los conflictos ahora no sólo se circunscriben a los derechos laborales, crecen de manera alarmante en violencia y amenazas a los derechos humanos. Es necesario observar y dar seguimiento puntual en materia de transparencia y rendición de cuentas en ese “espacio central”, que es vital para los capitalinos y toda la población. No podemos poner en riesgo uno de los rubros prioritarios para nuestras familias: el abasto alimentario.

 

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