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Por: Yarek Gayosso
París, Francia (04 agosto 2024)
Novak Djokovic no paraba de llorar. Había ganado el Oro olímpico en París, el único título que le falta y que ahora brilla junto a sus 24 títulos de Grand Slam.
Un partido de alta tensión en lo simbólico, en lo práctico y en la pista. A dos muertes súbitas para definir al campeón olímpico.
Por primera vez se estrenó con la presea dorada después de un 7-6 (3) y 7-6 (2) ante Carlos Alcaraz.
Manos al rostro, rendido en la arcilla de la Philippe Chatrier. Lágrimas de oro.
Los controles de acceso se intensificaron, los guardias de seguridad triplicaron sus medidas. Blindaron el partido a tal manera que enviaron a personas de seguridad privada para que nadie se colara a ver la gran Final por el Oro olímpico.
Personal de la organización y voluntarios entrenados en cada acceso para evitar a cualquier infiltrado. Era como un cinturón de seguridad alrededor de la Philippe Chatrier.
No había explicación alguna que convenciera a seguridad para entrar a la Philippe Chatrier. Personas con boleto digital para el partido anterior intentaron mantenerse en el inmueble para con un poco de suerte quedarse a ver el duelo por el Oro masculino.
Fueron 15 mil 59 espectadores los privilegiados para ver el partido. Cada muerte súbita provocó que la tensión se intensificara. En disputa estaba el primer Oro en Juegos Olímpicos para cualquiera de los dos.
Con 21 años y 91 días, Carlos Alcaraz era el jugador más joven en luchar por el oro olímpico y Djokovic el más veterano, con 37 años, desde que el tenis regresó al programa en Seúl 1988.
Y ésta era una de últimas oportunidades para Nole de conseguir el Oro olímpico, pues el tiempo de su reloj biológico naturalmente se va agotando.
"Papá es el mejor", decía un cartel hecho con la letra de su hija que mostró a la cámara. Aunque en varias ocasiones abucheado por el público.
Con 37 años, pero con la vitalidad de un jugador en sus veintes. Llegó hasta la última bola que Alcaraz le tiraba. El serbio llegó a una dejada del español, después el passing del otro lado de la red, y llega Nole que estaba montado en la red para cerrar el primer parcial después de tres bolas de set.
Cada que el serbio festejaba un punto con el puño las venas de los brazos se le saltaban. "¡Sí se puede, sí se puede, sí se puede!", animaban a Alcaraz, que estaba en casa.
A la afición el corazón se le desbocaba.
Un revés a la red en la última jugada y se acabó. Novak se desbordó en llanto.