Jaime Elio Quintero García

Déjeme y le Platico de un Libro

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Discursos de García Márquez

domingo, 26 de abril de 2015
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Se asegura que el último libro publicado del célebre literato Gabriel García Márquez, lo fue; Yo no vengo a decir un discurso, cuya primera edición data de Mayo de 2014.

No obstante el título y sus contenidos, el autor, hasta donde se sabe, siempre fue reacio a la tarea del discurso público. Ahora que bien vale decir, que todo lo que venga de tan estimado y reconocido escritor, guionista, articulista, novelista y cuentista vale la pena leer y conocer.


Describe el editor del mencionado libro, que los textos fueron escritos con el propósito de ser leídos por él mismo en público, ante una audiencia, ya que son un recorrido de toda su vida, casi desde el inicio de su vida, el primero que escribe a los diecisiete años, hasta el último, escrito a los ochenta de su muy avanzada edad.

Lo que suena interesante, e invita sin lugar a dudas a leerlo e imaginar a través de cada uno de sus discursos quien fue Gabriel García Márquez.


¿Que lo movió a escribir?, ¿Qué pensaba? , ¿Cuáles fueron sus afanes y vivencias? Es decir, conocerlo más por sus discursos que por sus portentos literarios, gran imaginación y excelente narrativa, siempre ubicadas en el espacio amplio que da el manejo limpio, sencillo y accesible del idioma español, mérito propio y gran atributo universal que nos queda a todos como ejemplo y patrimonio del bien escribir y de la gramática simple, la que todos entienden sin necesidad de letanías memorísticas.
En este valioso conjunto de 21 textos cortos (algunos tan cortos que no pasan de diez o doce líneas), contenidos en 145 páginas, amigo lector, seguro estoy que encontrará todo lo que el editor describe en la contraportada del libro, sin embargo me queda para el comentario con usted, un par de sus pasajes; uno relativo al preámbulo de la ceremonia de entrega del Nobel, en Suecia en el palacio del ayuntamiento de Estocolmo, en el que narra como lo hicieron firmar un formulario para donar a la Fundación Nobel, los derechos de autor de su conferencia y su brindis por la poesía, el 10 de Diciembre de 1982.
Consigna García Márquez que con tanto apuro y en las últimas horas previas al ceremonial, había improvisado a cuatro manos con su gran amigo, el poeta Álvaro Mutis.

Posterior a esto, dice, firmó ejemplares de sus libros en sueco para los empleados de la fundación. Otro más de sus pasajes, éste más extenso, es el nombrado.

Un alma abierta para ser llenada, con textos en castellano. Escrito en Cartagena de Indias, Colombia el 26 de Marzo de 1970.
En él describe con gran humildad y sorpresa, que ni en el más delirante de sus sueños en los días que escribía Cien Años de Soledad hubiera imaginado que vería una edición de un millón de ejemplares.

Pensar dice él, que tantas personas pudieran haber decidido leer algo escrito en la soledad de un cuarto, sin más herramientas que veintiocho letras del alfabeto y dos dedos como todo arsenal.

Hoy la propia Academia de la Lengua reconoce que esta novela ha pasado ante los ojos de cincuenta veces un millón de lectores. Pareciera a todas luces una locura, termina diciendo en uno de sus párrafos el insigne escritor México-Colombiano, al decir de nosotros los mexicanos.
GRACIAS POR SU TIEMPO.
¿Sabía usted?
Mr.

Kuinkelly
Que según cuenta el anecdotario político mexicano de los años sesentas, siendo Secretario del Trabajo don Salomón González Blanco, recibió en su oficina, a fin de tratar cierto tema político, al licenciado Alfonso Noriega distinguido catedrático de la universidad y hombre de reconocida solvencia moral y profesional.
Como es sabido, los funcionarios públicos y los hombres de negocios, reciben en sus despachos constantes llamadas telefónicas de sus colaboradores, amigos y funcionarios en general, cosa que por supuesto, sucedía cotidianamente al propio secretario González Blanco.
Luego entonces, apenas iniciada la plática entre ambos personajes, sonó el teléfono y el secretario lo contestó de inmediato por espacio de dos o tres minutos, al concluir la llamada reinicia la plática con el licenciado Noriega, a quien vuelve a interrumpir en su exposición otra llamada para el secretario, esta vez más prolongada y acompañada por algunas estridencias y alegatos.
Cuando concluye la última llamada, el secretario González Blanco nota que el licenciado Noriega ya no está en su lugar ni se le ve por el resto del espacioso despacho, lo que desde luego le pareció extraño al secretario, quien se preguntaba sin entender donde estaría su amigo y compañero de escuela, a quien por cierto apodaban El Chato.
No tardó mucho el secretario en salir de su sorpresa, pues en esa reflexión estaba cuando suena nuevamente el teléfono y para su asombro, reconoce inmediatamente la voz que le dice.

Hola Salomón soy El Chato, quiero tratarte el asunto que me trajo a tu despacho.

¡Si no lo sabía usted, créalo porque es cierto!

 

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