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Indicaron que de acuerdo a la normatividad en la materia, por cada permiso que otorga la Comisión Estatal de Vida Silvestre, cada cazador puede matar hasta 90 palomas de la especie conocido como “White Wing” o “Ala Blanca”, que abunda en temporadas del año en esta región del Estado.
Sin embargo, los cazadores procedentes en su mayoría de los Estados Unidos de Norteamérica, pasan por encima de esta disposición y matan a placer la cantidad de aves que se cruzan en su camino.
Esto aprovechando que la vigilancia de inspectores de la PROFEPA es demasiado raquítica y que prácticamente se encuentran libres de verificaciones que podrían derivar en sanciones elevadas, al contabilizar las aves que transportan y comparar con el número de cintillos.
Otro aspecto que beneficia la matanza de esas aves silvestres, es la recuperación que se vienen dando en forma lenta del turismo cinegético que se alejó de la región a consecuencia de la violencia, que también cobró víctimas entre cazadores extranjeros y nacionales.
La temporada de caza de paloma “Ala Blanca” se encuentra vigente en esta zona del Estado, con apenas algunos grupos de cazadores que se atreven a regresar, después de situaciones complicadas en que se mantuvo la región, a consecuencia de la ola de inseguridad registrada y cuyos efectos aún prevalecen.