Condominio Horizontal

Por Priapo

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Invitada de honor

viernes, 6 de junio de 2014
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EL UNIVERSAL

Chalío, el vigilante, ya dominaba muy bien su nuevo negocio. Desde que era un chiquillo sabía que un día iba a triunfar.

Su abuelo materno, quien era conserje de un hotel, en alguna ocasión había escuchado a un señor practicar frente al espejo, uno de los primeros cursos de superación personal que se daban.

Por eso, cada vez que podía, le echaba ánimos a su nieto para subirle la autoestima; le decía que él era la esperanza de la familia; que iba a terminar siendo el gerente de un gran negocio.

Y ahora, ahí estaba él.
El negocio era de lo más noble. La gente sí que estaba urgida, jamás había visto que se juntaran tantas personas, ni en la cola de las tortillas, ni en el metro Pino Suárez.

Apenas abrió el ojo y se asomó desde su caseta a las cinco cuarenta de la mañana, ya estaba ahí formado el tumulto. Las personas estaban ahí desde las tres de la madrugada apartando turno.

Hasta comenzaban a surgir connatos de bronca, algunos se empujaban discutiendo si habían llegado antes o después.
—Shshsht, shshsht, shshsht, aquí estos pleitos callejeros no van.

O se me aplacan o se me van largando a otro sitio —les dijo Chalío con autoridad, interponiéndose entre los peleoneros.
—¡Es que se metió en la cola! —gritó uno y fue respaldado por todos los formados detrás.


Chalío volteó a ver al acusado y le echó una mirada imperiosa como si él fuera carcelero y tuviera hemorroides. Ningún buscapleitos abusivo le iba a echar a perder su negocio.


“Eres grande, campeón. El mundo estaba esperando a que tú nacieras”. Le llegaron a la mente las palabras que le decía su abuelo y tomó fuerzas para imponer el orden que necesitaba su jerarquía.


—¡Te me vas hasta el final de la cola! —dijo con autoridad.
—¡Pero cómo! Si estoy aquí desde las tres y cuarto de la mañana.

Llevo casi tres horas haciendo cola.
—Aquí las reglas son claras, el que manda soy yo, y al que no le guste, puede ir a hacer cola a otro lado.

Además, señores…, —Chalío hizo una pausa y engoló la voz para darle importancia a lo que iba a decir— …en el Condominio Horizontal, nos reservamos el derecho de admisión.

Yo decido quién entra y quién no, y el orden en que lo van a ir haciendo.
El que se quería colar, agachó la cabeza y se fue a formar hasta el final de la cola.

No le quedaba de otra. Ningún otro lugar le ofrecía la oportunidad de vivir su más preciada fantasía.
Chalío se dio cuenta de que con sus palabras y actitud, quedaba claro quién mandaba ahí.


“Si cambias tú, cambia el planeta entero. Es tu actitud lo que te va a llevar lejos”. Chalío recordó a su abuelo mientras recorría la fila.

Al caminar se iba retorciendo los bigotes mientras barría a las personas de arriba abajo para ver si eran dignas de ser admitidas. Todos le sonreían.

Algunas chicas incluso hasta le coqueteaban tratando de ganarse sus favores.
De pronto, Chalío se topó con la mirada de Madame Monique, una mujer que le estaba desnudando el alma, lo miraba como nadie lo había visto antes.

Con amor.
Chalío se flechó de inmediato. Lo que no sabía el vigilante es que le estaban leyendo el aura.
—¿Quiere usted pasar al Condominio Horizontal? —preguntó Chalío cortésmente.


—Sí, pero puedo esperar mi turno —dijo Monique entornando los ojos sin quitar la vista a las manchas grisáceas del aura del vigilante.


—No se preocupe, usted va a ser mi invitada de honor.
Diciendo esto, Chalío la tomó de la mano y la condujo. Decidió que él personalmente la guiaría hasta donde ella quisiera.

Los demás ni se atrevieron a repelar. Tenían miedo de que los mandaran al final de la cola.
Madame Monique era una mujer alta, delgada y muy distinguida.

Siempre usaba ropa oscura y casi no se bañaba, pero su cuerpo estaba cubierto de un perfume exquisito que se mezclaba con los aromas naturales de sus secreciones.

Nunca se había casado; antes de que sus pretendientes abrieran la boca, ella ya había descubierto todos sus defectos.
—¿Qué es lo que está buscando? —preguntó Chalío entusiasmado.


—Yo sólo quiero ver.
—Uy, tenemos para rato, entonces.
Los de la larga fila tuvieron que invocar a toda su paciencia porque Chalío no soltó de la mano a Monique, mientras que la hacía asomarse por ventanas, tragaluces, pasillos y zotehuelas.


La francesa miraba follar a las parejas. Entornaba los ojos y dejaba de respirar. Minutos después suspiraba llenando sus pulmones con bocanadas de aire.

A momentos se llevaba la mano a un seno o a la entrepierna. Acababa de descubrir su paraíso particular. Esa misma noche juró que no volvería a salir del Condominio Horizontal.


EL UNIVERSAL/LMM

 

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