Ma. Teresa Medina Marroquín

Orbe

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¿6 segundos no bastan?

miércoles, 27 de mayo de 2015
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El tornado que azotó la mañana de este lunes a varios sectores de Ciudad Acuña, Coahuila, dejando a su paso de apenas 6 segundos un saldo de graves daños, y considerado como inusual por autoridades locales y federales, es una clara y destructiva advertencia del desequilibrio ecológico por el que atraviesan casi todas las regiones del mundo.
Independiente del cáos inesperado que produjo el fenómeno, lo más lamentable fue la muerte de 13 personas, diversos desaparecidos, 850 lesionados que fueron trasladados a centros hospitalarios, y miles de damnificados.
Otro rostro de esta tragedia es que la mayor parte de estas personas, habitantes de colonias populares de escasos recursos económicos, sufrieron, según los datos oficiales, la pérdida de sus viviendas, con paredes derrumbadas y techos caídos.
Al momento de redactar esta nota se hablaba de aproximadamente mil casas destruídas y unas cuatro mil afectadas por el corte de luz a consecuencia de postes derribados ante la llamada “destrucción atípica” que rebasó (como siempre ocurre con estos fenómenos) la capacidad de la autoridad municipal.
LO MÁS GRAVE DE LO GRAVE
Y mientras las autoridades y algunos particulares se ponen de acuerdo en lo usual o inusual de los tornados en esa zona del país (incluyendo a Nuevo León y Tamaulipas), pocos reflexionan en que ya todos estamos expuestos a una crisis de proporciones planetarias.
Y hasta de procesos irreversibles que alteran la mayoría de los ecosistemas de la Tierra, tal y como lo hemos venido comentando a lo largo de varios años en este espacio.
Procesos que no ocurrían y a los que muchos individuos no les prestan importancia… ¡hasta que no los sufren en carne propia!
No son pocos los científicos que afirman que el planeta perderá pronto su capacidad natural de sostener la continuidad de producir y reproducir vida en la abundancia que lo ha hecho durante milenios.
Aunque semejante amenaza de plano no les importa a los verdaderos dueños del dinero que se mueve en el mundo, pues por el hecho de controlar la economía y hasta manipular a los gobiernos se han llegado a creer (los muy estúpidos) que ya no son seres mortales como somos todos los pobladores de este planeta.
Y son ellos, los poderosos, los culpables del desmantelamiento de la biodiversidad y de que el cambio climático y el calentamiento global nos estén llevando al límite del orden natural y de la disminución de la especie humana, incluyendo todas las demás formas de vida que nos acompañan y que igual generan ese vital equilibrio biológico.
Salvo que toda esa gente dedicada a la voracidad productivista posea alguna información ultrasecreta de proyectos que contemplen la creación de una nueva civilización rica, bonita y culta (que lo dudamos bastante), lo único cierto que tenemos a la vista es la presencia de una Tierra que nos está regresando la agresión en la forma de tornados, huracanes, ciclones, tsunamis, terremotos, erupciones volcánicas, crecidas devastadoras, alteración del clima, deshielos de los polos, alteraciones de los ejes magnéticos de la Tierra, plagas, enfermedades letales y el aumento de la temperatura que si bien nos va podría quedarse en dos grados centígrados, pero que de seguir en el afán destructivo podría llegar a elevarse de cuatro a seis grados, cuyo “calorcito” nos rostizaría a niveles apocalípticos y que a pesar de todo son muchos que continúan sin creer que ocurra.
¿Y luego qué?
Pues que los archimillonarios, con todo ese billete que han acumulado, se salvarán, ordenándole a la Madre Naturaleza que se aplaque a cambio de una cooperacha de varios millones de dólares o euros, según el papel moneda con el que se dispongan a pagarle, y deponga su drástica e incontenible decisión de borrarnos del mapa.
¡Claro que eso no sucederá!
Porque por muy Madre amorosa que sea y por mucha paciencia que nos tenga, está visto que una vez desatada su ira igual suele castigar al pobre como al rico, al ciudadano común como al político poderoso, al tonto como al inteligente, al honesto como al delincuente.
¿En verdad aprenderemos un día a reconocer que lo único real que tenemos los humanos es la vida que Dios nos ha dado junto con la casa común, el hogar precioso, que es este planeta?
Si en Acuña bastaron sólo 6 segundos para destruir lo que por largos años mucha gente hizo con el sudor de su frente, ¿qué será si la naturaleza decide de pronto darnos una lección de una hora, en diferentes puntos del orbe? ¿Entenderemos su mensaje de no llevar al límite a la Tierra? ¿O aún los muy ricos y poderosos seguirán pensando que el colapso lo detendrán con unos cuantos kilos de billetes que a la hora de la desolación ni siquiera servirán para comprar un equipo de buzo, un vaso de agua pura y menos para salir huyendo en una nave espacial hacia otro mundo?
¡Feliz miércoles!

 

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