Rosario Green

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La difícil inserción

miércoles, 4 de julio de 2012
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Después de la elección del domingo pasado resulta difícil prestar atención a temas que no estén relacionados con ella.

Sin embargo, dado que la realidad no se detiene, el próximo presidente tendrá que empezar a pensar de inmediato acerca de la manera en que buscará mejorar la inserción de México en la acelerada y compleja escena internacional.

La tarea no resulta fácil, pues está por terminar una etapa en la que, en el mejor de los casos, el ejecutivo federal ha actuado de manera reactiva o dejándose llevar por la corriente.

Ejemplo de esto último fue la reciente cumbre del G20, realizada en Los Cabos, con un considerable desembolso de recursos en instalaciones que tendrán escasa utilidad futura.

La meta de la reunión —se supo desde antes— era salvar a la eurozona. No en balde la cumbre concluyó con el acuerdo de incrementar, de manera excepcional, los recursos del Fondo Monetario Internacional (FMI) para la solución de la grave crisis de la UE y con el compromiso de ésta de integrar su sistema bancario y fiscal.

Como se ha hecho en todas las reuniones del G20, desde noviembre de 2008, en la declaratoria final se hizo un llamado a abatir el proteccionismo y a estimular la inversión, así como a favor del crecimiento global y del empleo, sin dejar de añadir referencias a temas cada vez más diversos, como el crecimiento verde.

Coincido con quienes dicen que al término de la cumbre quedan más preguntas que respuestas y persisten dudas sobre las perspectivas de cumplimiento de los acuerdos alcanzados.

De ahí que resulte difícil calificar la reunión de Los Cabos como un “éxito”. Y más allá del pretendido prestigio de pertenecer a un selecto grupo que alcanza acuerdos sin el menor valor vinculante, surge la duda acerca de cuál es el beneficio que deriva un país como México, cuyo peso en la toma de decisiones de ese conjunto es, para decirlo con toda franqueza, imperceptible.

En tal virtud se hace necesario replantear nuestra participación haciendo un verdadero esfuerzo para actuar en forma coordinada con otras economías emergentes que forman parte del G20, en particular los BRICS más Corea del Sur y Turquía, a fin de colocar en la agenda los temas de nuestro interés Por otra parte, en paralelo a la mencionada cumbre, el presidente Obama anunció que su gobierno había dado el visto bueno para que México se incorpore —aunque sea tardíamente— a las negociaciones del Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP por sus siglas en inglés) en las que, además de Estados Unidos, participan Brunéi, Chile, Nueva Zelandia, Singapur, Australia, Perú, Vietnam y Malasia.

Los voceros de la Secretaría de Economía festinaron la nueva como si nuestra participación en el TPP ya fuese un hecho, olvidando, en primer lugar, la indispensable aprobación del acuerdo por el Senado y dejando a un lado el análisis de los impactos que dicha participación puede tener en otros acuerdos, en particular el TLCAN, pues, como dice el conocido refrán sajón: no hay sándwich que sea gratis.

Además, es muy probable que la presunta entrada al TPP signifique el abandono de las posibilidades de alcanzar otros acuerdos comerciales con países como Brasil y Corea del Sur, con lo cual, pese a lo vistoso del asunto, me quedo con la impresión de que nos mantendremos en la órbita de los intereses comerciales de EU.

Todo ello sin olvidar las implicaciones políticas del caso. En suma, el próximo gobierno tendrá que hacer un gran esfuerzo para definir las mejores vías para una inserción internacional que equilibre las relaciones de México con áreas y países relevantes, sobre todo en Latinoamérica, y resulte eficaz en términos de nuestros intereses económicos.

 

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